Por Leonel Iparraguirre González

Orlando Concepción González se presenta como el hijo de un campesino que jamás pensó en el teatro, que detesta los protocolos, que disfruta su trabajo y que tiene mucho que agradecer a Morón que lo acogió como Hijo Ilustre.

Recuerda bien su tránsito por las enseñanzas primaria y secundaria básica, pero imborrable le resulta sus tres años en el Preuniversitario en el Campo Eulogio Fernández, que, a su criterio, fue el punto de partida para encauzar su vida profesional en la Cultura.

Fue allí donde conoció a José Pepe Águila, a quien considera como su otro padre, pues fue quien le inculcó el teatro, lo incorporó a la famosa danza Eureka. Apunta que desde niño sentía amor por los animales y su vocación estaba fijada en Medicina Veterinaria, pero algo sucedió: Cierto día llegaron al Preuniversitario unos profesores en un proceso de captación de estudiantes para la Academia de Instructores de Arte El Yarey, en la provincia de Granma.Fue entonces cuando Pepe Águila le dijo: “tú tienes condiciones para incorporarte a esa Academia”, y hacia allá fue por espacio de tres años.

Regresó graduado en 1986 e hizo las prácticas en la Casa de la Cultura de Morón. Paso a paso fue narrando su historia, hasta llegar a aquel proyecto que inicialmente nombró Teatro Perspectiva, pero que poco tiempo después decidió cambiarle el nombre por Compañía D’Morón Teatro, proyecto que arrancó con un minúsculo colectivo.

Orlando Concepción, reclina su cuerpo sobre el espaldar de la butaca, como queriendo decir que aquí precisamente es donde comienza la verdadera historia teatral de su adorada compañía. Algunos miembros de esa familia, desprovistos de sus trajes y maquillajes se le acercan, consultan y les ofrece indicaciones.

“La idea de las estatuas surgió en la Academia de Artes Plásticas de Morón, como una sugerencia para impactar en el turismo, pero luego se me ocurrió fortalecer esas estatuas con la incorporación de obras”, precisa Orlando.

Considera que lo más difícil es crear la producción del espectáculo, la dramatización, pues la acción actoral es parte del desempeño profesional de los propios artistas. Fue entonces cuando Orlando Concepción se detiene en Medea de Barro, una producción de esa Compañía que ha sentado pausas con 198 funciones en todo el país, arrancando el aplauso y la ovación de los espectadores.

Opina que Medea de Barro marcó para la Compañía un antes y un después, y fundamenta otros proyectos, como Crecidos por la Cultura.

Mediante un puente con instancias superiores, se logró categorizar a la Compañía como una agrupación nacional, y así, muchas veces contra viento y marea, contra muchas negaciones e incomprensiones, se concretó la construcción de nuestro Teatro Reguero y este proyecto cultural comunitario que ha dado un vuelco a la ciudad y continúa fomentándose con nuevas acciones.

“Hay muchas cosas más en las que estamos dispuestos a trabajar. Caminar las calles de Morón me encanta, aunque el tiempo no me alcanza. La gente reconoce nuestra labor, unos sugieren, otros critican. Es lindo que te reconozcan. Por eso repito, disfruto mi trabajo”.

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