Por Larry Morales

Hace unos días, cuando la profesora Beatriz de la escuela especial Raúl Gómez García, se acercó a mí para pedirme la realización en la Fundación Nicolás Guillén de una actividad con alumnos síndromes de Down, le dije sin pensarlo que las puertas estaban abiertas, pues la escritora Lina Leiva, vice presidenta de esta institución, tiene una magia especial para intercambiar con esos niños de pensamientos sinceros e impredecibles.

Concebí la actividad además con la participación de Alain y Lien, ambos líderes del proyecto Cuerda rota y con el trovador Belarmino Quiñónez, amigo y compañero de tantos años.

La noche antes del encuentro me enteré de súbito que Lina no podría participar, tampoco Lien y menos Alain, todos por causa de la nueva epidemia que nos proporcionan los acostumbrados mosquitos y ahora sus aliados, los jejenes. Aterrado –y no es para menos- me di cuenta de que tenía que enfrentar tan delicada y específica actividad solo con Belarmino.

Al levantarme me doy cuenta de que el operador de audio tampoco estará presente por la misma causa, de manera que me dispongo a instalar los implementos de sonido. A las nueve de la mañana llegan los padres con los alumnos, los profesores. Los locales de los proyectos Las barcas de cristal y La culpa es del viento se activan en un santiamén. El bar Mayito es asaltado por calderos, cubetas, termos… una música incidental tenue sirve para aplacar el estrés.

Palabras de agradecimientos y presentación de la actividad por parte de la escuela. Palabras de bienvenida y entrega a la dirección del centro de un cuaderno de colorear basado en la obra Barquito de papel, de nuestro Poeta Nacional, por parte de la Fundación.

Los niños, inmersos cada uno en mundos íntimos, caleidoscópicos. Una niña realiza ejercicios de gimnasia con una cinta y una pelota, lindo aporte a la actividad: aplausos intensos. Otro patea una pelota, pero nadie es capaz de adivinar qué futbolista merodea por la mente del niño, más aplausos. Se va la corriente. Adiós a las canciones de Teresita Fernández y Lubia María Hevia que había copiado en una memoria.

Belarmino, desconcertado, cambia su repertorio y canta sin micrófono algunas canciones infantiles. Los niños prestan poca atención, se mantienen aferrados a sus ideas cinceladas en la roca dura de sus neuronas. El trovador, quizás un poco decepcionado, retoma el repertorio que había concebido desde el primer momento y canta la emblemática Yolanda, de Pablo Milanés.

Los niños se agrupan, se acercan al trovador, ponen sus manos en las cuerdas, acarician la guitarra, se ríen, bailan… miro a Belarmino y noto que está tan impresionado como yo. No entiendo qué sucede. Hago algunas fotos del momento porque sé que resultarán inolvidables.
Hablo con una de las profesoras y le comento que a los niños les ha interesado más la canción Yolanda que las del repertorio infantil. Ella no se inmuta, no está sorprendida, simplemente sonríe feliz. Eso me tranquiliza. Al parecer resulta normal tal comportamiento.

Esos encantamientos no deben romperse bajo ningún concepto, de manera que Belarmino no cantó nada más y dejó que los niños jugaran un poco con su guitarra, claro, aferrada a sus manos. Ellos rascan las cuerdas y tratan de poner acordes como si cantaran nuevamente la canción de Pablo Milanés. Bueno, en sus fueros internos estoy seguro de que la cantaron a su manera.

Reparten el brindis. Café exquisito, merienda, almuerzo. Todo mezclado, como el poema de Guillén. Los niños salen en tropel a comer chucherías, menos uno que se queda aferrado a la guitarra. Rasga las cuerdas, canta para sus adentros canciones que nadie jamás identificará.

Uno de los padres me dice que la actividad es maravillosa, que su hijo la disfruta. Belarmino se marcha con su paso lento como el de la canción Viejo mi querido viejo. Viene la corriente para despedir a los presentes. Todos se marchan. Antes de desconectar el equipo de audio, busco como un zombi en la laptop una canción, la pincho. Sale de los bafles una voz melodiosa: “Yolanda, Yolanda, eternamente Yolanda…” Yo también me quedo extasiado mientras la escucho.

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