Por Leonel Iparraguirre González

Cuenta su historia que perdió su madre cuando aún no había cumplido un año de edad.
Nilda Romero Romero, aunque acumula varios años con residencia en el municipio de Morón, es nativa de la zona de San Germán, perteneciente al municipio Maisí, en Guantánamo.

De aquel lejano lugar de la geografía oriental guarda imborrables recuerdos, porque fue allí donde nació y transcurrió parte de su niñez, en medio de un desolador panorama familiar, al perder su madre, cuando estaba a punto de cumplir su primer año de edad.

“No tuve la oportunidad de conocerla, sólo la imagino por las referencias que de ella me contaron mi padre y mi abuela, quienes se encargaron de criarnos a mi y mis cuatro hermanos tambien pequeños”, comenta, luego de participar en una actividad que con motivo del Día de las Madres se efectuaba en su centro laboral.

“Mi padre se llamaba Juan y era maestro en la escuelita rural de aquella zona, a quien tengo que agradecerle infinitamente todo lo que hizo por mi, pues además de cuidarme, me enseñaba a leer y a escribir”, relata.

Confiesa que ya jovencita con sus hermanos, iba para el campo a ayudarle en la recogida de café y otras labores agrícolas necesarias, como lo hacía su mamá para contribuir la sustento económico de la familia.

Nilda, con lágrimas en los ojos, refiere que por esas razones no conoció el amor de madre, ese que ella sabe tributar a Yusmel, su primer hijo que tuvo a los 23 años de edad, actual trabajador de la Empresa de Construcciones Militares en la cayería norte de Ciego de Ávila y a Yunieska, la hembra, que tuvo a los 31 años, también trabajadora de la ECM.

Refiere Nilda que aún lucha mucho por el bienestar de sus hijos y de sus cuatro nietos, a quienes le proporciona todo el amor que no pudo tener cuando niña, ni adolescente, porque -considera- “una madre ausente, como la mía, significa un profundo vacío para los hijos”.

“Recomiendo querer mucho a ese ser que llamamos madre, pero que en realidad es un pedazo de nuestras vidas”, añade Nilda.

No conocí ni siquiera el rostro de mi madre, pues ni mediante fotografías de ella he tenido la oportunidad de contemplarla, pero cuando visito aquel sitio, no falta mi ramito de flores ante su tumba.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *