Por Arquímedes Romo Pérez

Muchos los hechos ocurridos, los momentos vividos, las situaciones afrontadas, los motivos de entusiasmo o de pesar, las inesperadas explosiones humanas y las terribles tensiones. Todo esto y mucho más, son fenómenos que están presentes en un partido de béisbol, eso que puede ocurrir y que nadie ha visto por los años de los años.

Todos los aficionados de la provincia y de Cuba saben que el zurdo Alejo O¨Reilly, es uno de los grandes bateadores del beisbol cubano, probado y comprobado en innumerables competencias nacionales e internacionales. Su tremendo poder al bate lo ubica en el grupo de los grandes jonrroneros, por lo que no causa mucho asombre que una noche, con un lineazo descomunal hace trizas el letrero lumínico del estadio “José Ramón Cepero” de Ciego de Ávila. Sin embargo, lo que resulta asombroso es que el mismo Alejo, de igual modo, repite la historia que siempre se repite, y con otro batazo de grandes proporciones destruye el nombre de Paquito Espinosa que ilumina la pizarra del estadio moronense.

En estas memorias se pretende recoger todo cuanto pueda ser de interés para los amantes de la pelota en la Ciudad del Gallo. Se habla de todos los que contribuyen, a través de los años, al fortalecimiento de la disciplina, y entre los más notables activistas o promotores locales está el profesor Manuel Leal, director de la Academia Comercial, una pequeña escuela de comercio privada, en la incluye,-solo para su disfrute-, a la mayoría de los muchachos que se reúnen cada tarde en el terreno de “Los Piratas”, entiéndase parque “Rolando Almanza”,área deportiva actual del Instituto Preuniversitario “Van Troi!.

Cada fin de semana el Profesor Leal sale con su equipo,-que se modifica en cada presentación-o para cumplir un nuevo compromiso. Leal, incluso, desconoce hasta el verdadero nombre de sus jugadores. Es así que fija un compromiso con el Instituto de Ciego de Ávila y al comenzar el partido hace entrega de su alineación, la cual está integrada por Cuso como receptor; Palillera, Cogote, Bola de Teipe y Careto, en el cuadro; Pityfaya, El Congo y El Diablo, en los jardines y el lanzador es Mosca. Cuando el director de los estudiantes avileños comprueba la alineación se dirige a Leal, muy respetuosamente, y le dice:” No hay duda, profesor, tiene usted un gran dominio del nombre de sus jugadores”.

Los primeros juegos de carácter oficial que se celebran en el “olímpico” de Morón, son, indudablemente, de alto nivel. En el partido inaugural del 9 de Abril de 1958, se conecta el primer cuadrangular en la instalación el cual lleva el nombre de Luis Zayas,antesalista de los verdes del Cienfuegos y en el mismo encuentro, pero en los momentos finales, se pega el segundo con la firma de Leonardo Cárdenas integrante del mismo equipo. Tras es partido que corta la cinta inaugural de la nueva instalación, no se efectúa otro desafío oficial hasta la visita de los Marlins de Miami el 14 de Mayo de 1958, partido en el que conectan dos vuelacercas. Sin embargo,-y esto es lo curioso- el primer jonrón conectado aquí por un bateador extranjero no pertenece a ningún equipo foráneo, ésta firmado por Nino Escalera, inicialista y jardinero zurdo de nacionalidad puertorriqueña, que milita en las filas de los Reyes del Azúcar.

De estos tiempos y estas visitas es también esta anécdota. Después de las “Agujas” de Miami el otro equipo estadounidense que visita Morón para celebrar un partido de la Liga Internacional Triple A, es el Buffalo, en cuya alineación aparece en el cuarto turno un gigante de ébano respetado y respetable: Lucky Easter, un muchachón de algo más de seis pies de estatura y unas 250 libras de peso, ya con nombre ganado por sus bambinazos. El lanzador que abre por los Cubans es Raúl (Salivita) Sánchez, cuya principal arma para sobrevivir es el cambo de velocidad.

Cuando Easter concurre por primera vez es dominado con un cambio que hace lucir ridículo al gigantón que, ante lo ocurrido, se queda junto al plato, mira largamente a Salivita, se sonríe y parte lentamente hacia el banco arrastrando el bate y sonriéndose pícaramente, pese a la reacción de los aficionados que aplauden al lanzador criollo. Cuando Luke Easter vuelve a empuñar deja pasar el primer lanzamiento y al segundo le hace una conexión de tal magnitud, que la bola sale del parque en línea a la misma altura de la pizarra y a una velocidad tal que, muchos aficionados inteligentes expresan aún, que pese a los sesenta años transcurridos, la pelota todavía no ha caído.

Y al igual que en el Emperador de los deportes mandan los batazos, también hay que mencionar los pelotazos. En la familia de peloteros moronenses hay un pelotazo histórico, propinado a Yorelvis Charles por el veloz lanzador guantanamero —-Díaz. Un rectazo hace diana en la sien izquierda del bateador con tal fortaleza que el golpe lo hace saltar y caer fulminado, sin sentido. Inmediatamente es conducido al centro hospitalario, ingresado de urgencia, intervenido quirúrgicamente y sometido a un tratamiento intenso que lo distancia totalmente del beisbol, por aproximadamente un año. Con tal percance cualquier humano concluye la carrera, no obstante, Yorelvis es tan fiel al beisbol, que en la temporada siguiente está nuevamente en la manada de los Tigres, con tanto amor y dedicación, que asciende hasta la butaca de Director.

Y en el “Paquito Espinosa” otro pelotazo hace historia. Se juega un partido del Torneo Municipal de Segunda Categoría entre Pescadores y la Construcción. Por este último equipo lanza el zurdo Roberto Valdés, con mucha velocidad y muy poco control. Empuña el madero el zurdo telefónico Miguel Yabor quien, sobre un disparo alto hace ligero contacto que desvía la bola, ésta pega en lo alto de la careta del árbitro Juan Echevarría, la cual salta fraccionada en dos al tiempo que el hombre cae al parecer inanimado. Respira, pero no reacciona ante los estímulos del médico, se traslada al hospital, tiene una grave contusión y debe estar ingresado varios días para su recuperación. En este caso el pelotazo si que marca el final de la carrera de Echevarría, como árbitro de beisbol.

En este amplio mundo de las curiosidades de la pelota se cuentan situaciones tan complicadas y fortuitas que pueden demorar años y años para que se repitan. En 1998 en partido entre las novenas de Florencia y Morón, en el “Paquito”, se da un caso verdaderamente insólito que nadie, ni aficionados, ni oficiales, ni peloteros, se percatan del mismo.Los montañeses ganan en la novena entrada por una carrera y Morón consumen su última oportunidad al bate. Fermín Rodríguez recibe boleto y Daniel Emilio López, es golpeado por un lanzamiento. Con ambos en circulación sin outs, mientras empuña Julio Castillo, se escapa un lanzamiento y los corredores avanzan a tercera y segunda respectivamente, y acto seguido el bateador en turno pega un elevado a los jardines para impulsar la carrera del empate con el sacrificio de flay; el cuarto bate Ernesto Baró es transferido intencionalmente para buscar una doble matanza salvadora, pero el quinto bateador de la entrada Osmany Artiles, saca un largo batazo al jardín central que permite la entrada en piza y corre del hombre de tercera, carrera que marca la diferencia y los “montañeses” quedan tendidos en el campo.

El partido finaliza y nadie se percata de lo ocurrido; acaba de producirse un hecho rarísimo, tan raro e insólito que, posiblemente, jamás sea visto, pero nadie se percata de ello. En esta entrada decisiva se anotan dos carreras, no se conectan hits, no se cometen errores, no se realizan asistencias, y, lo más significativo: pasan por el home cinco bateadores y no se registra ni una sola vez al bate oficial. Las bases por bolas, sacrificios de hit o de flay y los dead ball son comparecencias al home pero no veces al bate.

Al producirse la División Politico Administrativa de la nación en 1976,, el barrio de Chambas adquiere status de municipio y como tal se inserta en la pelota de primera categoría. Agrupa un valioso talento y cuenta con una afición que, además, es fanática, tanto que sigue al equipo y lo impulsa; es así que los “parranderos” de Mario Bereijo, logran una gran hazaña: ganan la competencia municipal, ganan la región occidental camagüeyana y están a punto de incluirse en la serie nacional con el nombre de Camagüey. Los encuentros entre Chambas y Morón se hacen históricos; se dice con certeza que cuando los “parranderos” juegan en el “Paquito”, el pueblo de Chambas queda desierto; innumerables son las iniciativas, las acciones, las manifestaciones de apoyo de los parciales.

Un buen día, en el momento más importante de la competencia provincial, Gallos y Parranderos se encuentran nuevamente pero en el estadio “Mártires de Chambas”, demasiado pequeño para la enorme concurrencia. Como siempre el partido marcha candente, cada jugada, cada decisión tiene una respuesta contundentmasiva. Está el marcador 3 carreras por 2 a favor de Morón en la novena entrada, cuando los locales ponen en tercera con un out al corredor que representa el empate; el momento es tenso, la algarabía enorme, el apoyo de la afición inmenso, y es así que el bateador en turno saca un batazo muy elevado hacia el jardín central y con el fildeo el corredor de tercera entra se lanza hacia el home con la del empate, accione que enardece la fanaticada que estremece las gradas del pequeño estadio.

Pero inmediatamente el alto mando de los Gallos reclama salida adelantada del hombre de tercera, ante el árbitro actuante responsabilizado con la jugada, el juez jefe de grupo Oliden Companioni, arbitro principal en la serie nacional, quien levanta su brazo y declara out al corredor, instante exacto en el que se lanza al terreno toda la multitud que abarrota la gradería, que lo agrede violentamente y las autoridades policiales deben utilizar todos los medios para protegerlo, en una revuelta de tal magnitud que dura varias horas y que demanda de una mayor protección para el actuante ante la agresividad manifiesta de la fanaticada.

El equipo de trabajo de Radio Morón que cubre el programa desde Chambas también es conminado por los agresivos seguidores de los “Parranderos”, pero después de enfilar por la carretera hacia la Ciudad del Gallo, poco más o menos a la distancia de un kilómetro, emerge de la cuneta con los arreos en sus manos Víctor Zeide, quien es el árbitro principal del juego y que todavía está nervioso. Al preguntársele al respecto, sin pérdida de tiempo, con el estilo original que lo identifica expresa:” Cuando “el nacional”(Oliden) levantó el brazo y dijo out y ví que la gradería completa cayó en el terreno, me dije: se orinó la perra, pa`los fóforos… por la línea no corre la guagua, por aquí es mas derecho; salí como el perro que tumbó la lata.” La actitud de los fanáticos es tan hostil y violenta que Oliden Companioni, árbitro profesional de amplio conocimiento debe ser protegido por las autoridades hasta la salida de la localidad. Pero esto fue en otros tiempos!!!

Y a propósito del Chambas de aquellos tiempos, del aguerrido, combativo y hasta cierto punto poderoso conjunto del que sería municipio avileño, es imprescindible calificar su desempeño como increíble, en una competencia tan nutrida y fuerte como la Serie Regional Provincial, en la que el equipo ganador debe asumir el nombre de Camagüey en la serie nacional. Pues los “Parranderos”, como es lógico, reciben sus refuerzos en el momento indicado y, entre los mismos, se incluye el nombre de un modesto obrero agrícola, Ovidio (Billo) Morales, uno de los oriundos de la célebre finca “Puya” de la Liga Campesina de La Trocha.

La serie regional se desarrolla en plena zafra azucarera, en la cual “Billo” es un machetero de alta productividad que, con su machete, se ha ganado refrigerador, ventiladores, cocina, una moto y está en busca de otras cuatro ruedas, pero como el beisbol es su pasión no pierde la oportunidad de subirse en la lomita bajo las luces del “Paquito”. Y esto es lo increíble: Ovidio Morales envía para el central diariamente no menos de mil arrobas de caña cortadas con su machete y después de la productiva jornada toma su moto, viaja a la ciudad unos diez kil´çometros y cada noche está en el bullpen al servicio de Mario Bereijo y de su equipo Chambas. Una muestra de todo lo que puede hacer el béisbol Patrimonio Cultural de la Nación.

/Memorias del Equipo de Historia del Deporte en Morón./

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *