Por Arquímedes Romo Pérez

Numerosos son los deportes que llaman la atención de los aficionados, muchos los atletas que se definen por diversas disciplinas pero todos, totalmente todos, están de acuerdo en que el más universal es el Fútbol, y que el emperador es el Béisbol: más elegante, más costoso, más difícil, y tan complejo en su interioridad que hoy, después de siglo y medio de existencia son escasos, muy escasos, los conocedores que dominan exactamente el Reglamento que lo rige, el que, por otra parte, se modifica cada año al introducirse nuevas y novedosas variantes.

Es, por tanto, lógico, que existan en el Reglamento innumerables detalles que jamás aparecen en el terreno de juego y que, por otra parte, ocurran hechos que aparecen en el Reglamento pero que nunca suceden en la realidad del juego. Uno de estos casos es el comentado, pero muy poco visto, del lanzador que gana un juego sin hacer lanzamiento alguno para el plato. Y esto ocurre en el “Paquito Espinosa” moronense una tarde de domingo en juego de la serie provincial entre los equipos de Primero de Enero y Morón. El partido está igualado a dos carreras y en la primera parte del noveno con dos outs en la pizarra, el lanzador actuante regala dos transferencias consecutivas, por lo que le aplican la grúa y, viene a su rescate, el jovencito Maidey Echemendía, prácticamente un juvenil en ese momento.

Con el cambio hay una conferencia en el box con el experimentado receptor Roger Machado que, al parecer, imparte las instrucciones. Echemendía se acerca al box pero no entra; Roger observa el movimiento del corredor de segunda; el lanzador va esta vez a la lomita y a una señal del receptor se vira raudo a segunda y sorprende al corredor que significa el tercer out de la entrada. El relevista no hace lanzamiento alguno para la goma y en la mitad final del noveno, los Gallos hacen una, logran el triunfo y Maidey Echemendía entra en la historia del estadio “Paquito Espinosa”, como el único lanzador que en más de cincuenta años gana un juego sin hacer ningún lanzamiento para el home.

Se dice y es cierto que la historia se repite y aquí hay un ejemplo indiscutible. El 4 de Abril de 2006, se miden Granma y Ciego de Ávila en el estadio moronense. Se juega la primera parte del noveno episodio, los Tigres ganan 4 carreras por 2, hay dos outs en la pizarra y empuña Ramón Tamayo, el noveno en la alineación visitante quien lo piensa y lo logra: dispara un cuadrangular de dos anotaciones que empata el partido. Así las cosas se capitulo toca el turno nuevamente a Ramón Tamayo, quien, ni corto ni perezoso, al primer lanzamiento del pitcher dispara otro batazo de vuelta completa y decide a favor de los granmenses 5 carreras por 4 con 3impulsadas por dos cuadrangulares.

Pero como que la historia se repite, un año más tarde, el 14 de Agosto de 2007, también en el “Paquito Espinosa”, juegan también los equipos Bayamo y Morón,-entiéndase Granma y Ciego de Ávila-, en partido del Torneo de Clubes. En la sexta entrada, con el juego 4 carreras por 2 a favor de los Gallos, el antesalista de Granma Jorge Miranda, dispara un cuadrangular con un corredor en circulación que empata el juego; el mismo sigue igualado y se extiende a diez capítulos, entrada en la que toca turno nuevamente a Jorge Miranda, quien con batazo de dos bases, trae para la goma la carrera que decide el partido a favor de los visitantes, repitiéndose la historia nacida un año antes escrita por sus hermanos mayores.

En el Reglamento del Beisbol se precisa que cuando una bola bateada hace contacto con un jugador, un árbitro u otro cuerpo extraño, la misma se declara bola muerta. Pero hay veces que esto puede convertirse en tragedia. Y eso ocurre con un bateador del equipo “Arrocera René Almanza” de Florida, en partido frente a la Selección de La Trocha, desafío correspondiente al Campeonato Nacional Amateur convocado por la DGD en 1960.

El estadio moronense está ubicado en la parte Norte de la ciudad, la más próxima a las marismas de la Laguna de La Leche, por lo que resulta normal que a la iluminación de las torres de la instalación concurran numerosas aves nocturnas. Y ocurre que una bola bateada por un jugador de la Arrocera,( batazo de grandes dimensiones), hace diana con una garza que vuela sobre el campo y cae al terreno fulminada por el golpe recibido. Como resumen de este curioso suceso, el ave pierde la vida y el bateador pierde el cuadrangular, porque en este caso, según la Regla, hay dos muertos: la bola y el ave.

Vale recoger en estas curiosidades que unos días después de este suceso original, el entonces “olímpico” de Morón es escenario de otro hecho nunca antes visto en la instalación, ni en otro terreno deportivo, a saber. Ya es conocida la ubicación geográfica del estadio en la ciudad, su proximidad con la costa norte del centro de la Isla y la habitual humedad que reina en esta zona. Las referidas condiciones topográficas generan una situación desconocida hasta entonces. Se juega un encuentro de la Serie Regional Provincial y a la altura de la quinta entrada, alrededor de las diez de la noche, hace acto de presencia una densa neblina que obliga a los ´árbitros a detener el partido, pausa que se prolonga, los aficionados abandonan la instalación lentamente, pero como no existen condiciones de alojamiento para los atletas participantes debe esperarse la reanudación hasta las 12 y 40 de la noche cuando continua el encuentro que se extiende hasta las 2 y 30 de la madrugada cuando llega la decisión gracias a un añorado cuadrangular somnoliento. Aunque no está escrito en documento alguno, este es, sin duda, el juego que más temprano ha finalizado en el “Paquito Espinosa” de Morón.
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Otra originalidad ocurrida entre las tantas que pueden verse en un juego de pelota pero que nunca aparecen; esta es protagonizada el 18 de mayo de 1997 por jugadores del equipo del municipio Majagua, en desafío correspondiente a la Serie Provincial de primera categoría. El juego está en el séptimo capítulo empatado a una carrera; Sixto Pérez, recibe la base, Raúl González pega un sencillo; con corredores en segunda y primera se indica el sacrificio de Armando García, quien falla el toque tres veces y es out por regla; Osvaldo Cervantes, conecta un roletazo durísimo entre primera y segunda que el corredor Raúl González no puede esquivar y resulta out por regla, y con hombres en tercera y primera Angel Espinosa, pega un machucón delante del plato que hace contacto con uno de sus pies en terreno de juego, y aunque accede a la inicial es declarado out por regla. En resumen se conectan tres hits y una base por bolas, no se anotan carreras y los tres outs de la entrada son sin asistencia y por regla.

En otra serie provincial a finales del Siglo XX , cuando los Gallos Rojos de Morón están cantando bien alto, ocurre otra cosa muy curiosa en la pelota que, aunque sencilla, no se concibe: anotar tres carreras en una entrada y todas por sacrificios de flay. Esto ocurre en un juego entre los equipos de Ciego de Ávila y Morón y tiene como protagonista principal a Julio Castillo, corredor muy veloz. Con hombres en tercera y segunda sin outs, el bateador en turno conecta largo elevado al jardín derecho, anota el de tercera y el de segunda se mueve a la antesala; Julio Castillo recibe boleto y acto seguido roba la intermedia, y el bateador siguiente conecta un gran batazo por el mismo centro que acepta el jardinero central chocando con la cerca portátil junto a la marca de 400 pies; al parecer el choque con la cerca le impide devolver la pelota con la celeridad necesaria, lo que permite que con el batazo entren en piza y corre los dos que están en circulación,- el de tercera y el de segunda-, sin que medie error alguno: dos flay de sacrificio que permiten tres anotaciones.

Muchas, innumerables las jugadas que pueden producirse en un partido de pelota de cualquier categoría y sin importar el nivel cualitativo del mismo. Ocurren verdaderos sucesos tan extraños o difíciles que perduran por años y que no suelen repetirse. El caso más concreto es el triple play, pero más aún cuando el mismo se logra sin asistencia. Tan extraño y difícil resulta que solo se recuerda uno ya calificado como clásico y que se realiza en un partido celebrado en La Habana, en uno de los primeros campeonatos nacionales de pelota profesional y que la historia recoge como el “Triple play de Merito Acosta”.

El equipo al bate tiene en circulación corredores sobre primera y segunda; no hay outs y empuña un bien conocido bateadores de contacto, de líneas cortas, por lo que Merito Acosta como jardinero central se coloca bien corto en su posición. Con el siguiente lanzamiento el equipo a la ofensiva intenta un bateo y corrido, ambos corredores salen con el lanzamiento, el bateador conecta línea por encima de la segunda almohadilla que el jardinero acepta corriendo hacia adelante a toda velocidad hasta llegar a la intermedia, donde al pizar la base pone out al corredor adelantado al tiempo que toca al hombre que viene de la inicial y rubrica el tercero; así, de manera relampagueante un jardinero acepta una fuerte línea y logra, por única vez en la historia del béisbol cubano, un triple play sin asistencia.

Y este hecho histórico rememora un doble play realizado en el estadio de Morón en un gran encuentro de la serie provincial de 1996, entre los equipos de los municipios Baraguá y Morón, que extendido a 14 entradas resulta victoria de los visitantes con cerrado marcador de 2 carreras por 1, con triunfo del relevista Raimundo Carrión y revés del también relevista Julio Mantilla. Este excelente juego sirve de marco a buenas y hasta extrañas jugadas como el doble play realizado en la oncena entrada. Se embasan los dos primeros bateadores Yoan González y Luis Castillo, el primero por error y el segundo por la única transferencia concedida por los dos lanzadores actuantes de los Gallos. Así las cosas, el bien conocido Isaac Martínez conecta un lineazo que Mantilla desvía hacia el tercera base Osmany Artiles, en cuyo guante rebota la pelota que en el aire acepta el torpedero José Antonio García, que toca al corredor que se mueve hacia tercera y al hacer contacto con la almohadilla de segunda pone fuera al corredor de primera. En conclusión se produce un doble play en el que los dos outs los realiza el torpedero y se anotan dos asistencias sin que se produzca algún tiro de los jugadores a la defensa.

(Memorias del Equipo de Historia del Deporte en Morón.)

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