Por Ortelio González Martínez

Hoy Lorenzo Fernández también podría llamarse Alejando, Camilo, Joel, Juan, Guillermo, ¿y por qué no Fidel, Raúl? porque también fueron héroes que, en su momento, surgieron del pueblo. Aunque cada uno en su tiempo, Lorenzo nació 19 años antes de que triunfara la Revolución que Fidel Germinó en la Sierra Maestra, bajó al llano y después regó por toda la Isla de Cuba, siempre fortaleciendo estructuras y dándole voz al pueblo, como ocurrió aquel 10 de octubre de 1976, con la idea del delegado del poder popular.

«Yo no sabía qué hacer en los inicios de aquellos años. Después, con el tiempo, aprendí muchos conceptos y los llevé a la práctica, como el de trabajo comunitario integrado, muy de moda en la actualidad, y con el cual el delegado logra mayor inserción de la comunidad en la solución de los problemas y los planteamientos”, expresa el delegado fundador de la ciudad avileña de Morón.

«De ahí surge, no solo la solución material, sino también la espiritual, porque al trabajo se incorpora un grupo de personas que ayudan, dan ideas y, de conjunto con los vecinos, solucionan problemas.

«El delegado debe atemperarse a todos los momentos, trabajar con las masas, enfatizar en aquellas cuestiones que realmente necesitan apoyo. El sistema del Poder Popular no se aprende en dos días ni en un mandato -afirma- y comparte, además, la máxima martiana que lo ha guiado: “El gobierno de los pueblos es un encargo y solamente gobiernan a los pueblos quienes los reflejan”». Eso ha querido hacer durante todos estos años: reflejar a su pueblo y defender los derechos populares.

Para él constituye honor y orgullo haber podido transitar por las diferentes etapas del sistema de gobierno cubano y aprendido a trabajar con la población, de modo que ha logrado la inserción de los electores en la solución a los problemas de la comunidad y la integración de todos los factores representados en su demarcación.

Él, solo, no hubiese logrado hacer frente a los múltiples problemas sociales surgidos como consecuencia del paso de fenómenos meteorológicos, acentuados en una zona baja donde son frecuentes las inundaciones en periodos de lluvia y se han vivido experiencias difíciles como el paso de fuertes huracanes. Kate, en el año 1985, e Irma en 2017, por solo citar dos.

A sus 75 años ratifica el compromiso de permanecer «con las botas puestas», porque el pueblo depositó su confianza en él y no puede defraudarlo. Tiene mucho que aportar y aspira a seguir, mientras la salud lo acompañe y quieran los 685 electores y más de mil habitantes de la comunidad.

Quien quiera ser como «el profesor o el maestro» -uno de los «títulos honoríficos» conferidos por su pueblo- deberá amarrarse bien las botas y andar con pasos de siete leguas.

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