Por Arquímedes Romo Pérez

En el deporte los árbitros ejercen las funciones de jueces y, por tanto, deben ser los responsables de impartir justicia, respetados, admirados por la responsabilidad que asumen y aplaudidos por atletas y la respetable afición, dadas las circunstancias difíciles que deben afrontar en la mayor parte de sus funciones.

A lo largo de la historia en Cuba se conocen muchos y magníficos árbitros en los más exigentes deportes, especialmente en el béisbol, cuya pasión sistemáticamente provoca exabruptos de los participantes, tanto los del terreno como los de graderías. Difícil, muy difícil, disfrutar de un partido en el cual no se produzcan protestas de diversas magnitudes por la actuación de los jueces que, en muchos casos, reciben incorrecto tratamiento, especialmente de los aficionados que, pueden calificarse como faltas de respeto.

Sin embargo, válido es señalar que Cuba cuenta con un equipo de árbitros bien calificados en innumerables disciplinas y que no son pocas las grandes competiciones internacionales que no cuenten con la presencia de jueces cubanos. Muchos son los calificados de diversas disciplinas deportivas que ostentan la categoría internacional, entre ellos el florenciano devenido moronero Norge Hernández, uno de los dos que cuenta el béisbol nacional.

Ahora bien, a la hora de hablar de árbitros de béisbol hay que remitirse muchos años atrás, hasta la primera mitad del siglo pasado, cuando la Liga Invernal Cubana cuenta con la autoridad arbitral de Amado Maestri, una leyenda viva en un terreno de pelota. Maestri, árbitro internacional por derecho propio, teje una prolongada cadena de hechos y anécdotas que lo identifican e incluyen en los Salones de la Fama del béisbol de México y de Cuba.

Sus anécdotas son hechos trascendentes que acreditan el respeto y la jerarquía de este juez que se va mucho más allá de lo que comúnmente vemos en un partido de béisbol. Junto a sus colegas Bernardino Rodríguez y Kiko Magriñat, Maestri es la autoridad que rige todos los partidos de la Liga Invernal Cubana, al tiempo que se desempeña durante el verano en la Liga Maxicana de Béisbol, donde es un consagrado.

Durante la celebración de un importante partido a estadio repleto, se produce una decisión discutida en la que intervienen peloteros y directivos, ocasión en la cual Jorge Pasquel, magnate de la pelota mexicana, Presidente de la Liga, dueño de los bates y las pelotas, se lanza al terreno para discutir el asunto, ocasión en la cual encara a Maestri quien le dice que abandone el terreno de inmediato. Pasquel, poderoso en todos los sentidos, se niega, pero Maestri lo conmina y le reitera que salga del terreno. Pasquel le dice:” está bien, me voy, pero mañana te vas para Cuba”, a lo que Maestri responde: “Muy bien, mañana me voy, pero hoy usted se va para las gradas”.

En los años cincuenta del pasado siglo cuando más intensa es la lucha contra la dictadura batistiana en nuestro país, se produce un hecho que pone de manifiesto el valor, respeto y personalidad de Amado Maestri como árbitro de béisbol. Se efectúa un partido de la Liga Invernal Cubana en el Estadio del Cerro (Actual Latino) a lleno completo, oportunidad que aprovecha un grupo de intrépidos estudiantes universitarios encabezados por José Antonio Echevarría, para hacer una demostración contra el régimen ante el pueblo, la radio y las cámaras de la TV.
Es el 4 de Diciembre de 1956 y al finalizar una entrada, el grupo de jóvenes revolucionarios se lanza al terreno desde las gradas del jardín central mostrando pancartas de protesta contra el régimen, acción que inmediatamente se pretende reprimir por los personeros de la dictadura presentes en el estadio, pero Amado Maestri con su coraje característico, enfrenta a los uniformados, los detiene, los conmina a detenerse y a que salgan del terreno de juego, tiempo aprovechado por los estudiantes para mezclarse con los aficionados y evitar la agresión.
Esta valiente actitud de Amado Maestri no pasa inadvertida, y tras el triunfo de la Revolución y la creación del INDER, se determina esta fecha del 4 de Diciembre de cada año, como Día del Arbitro en Cuba.

Y cuando nos detenemos en este personaje de nuestro deporte nacional, nos percatamos que Morón tiene un buen aporte de árbitros al sector deportivo en casi todas las disciplinas, pero en el béisbol, específicamente, son vatios los que han desfilado por los diamantes de la Isla impartiendo justicia. El primero de todos es Oliden Companioni, pelotero ex profesional que se incorpora desde la primera serie a la pelota revolucionaria y, tras él, se insertan Víctor Zeide, Eulogio (Papó) Vilanova, Roberto Daniel Gruñan, Fenicio Fernández, el internacional Norge Hernández y el más reciente, el Lic. Gualberto Luna.

En los albores de la pelota revolucionaria la pasión crece en toda la Región, surge la rivalidad entre los equipos de los antiguos centrales azucareros y otros que, como Chambas, muestra garra, hace la hombrada de ganar la base, la zona de la Trocha, la región Central de la provincia y discute el título camagüeyano para insertarse en la justa nacional. Chambas cuenta con un respaldo entusiasta, aguerrido y exigente, razón por la cual los equipos contrarios sufren la presión de esta afición que no cree en rivales ni en jueces.

Juegan en el estadio “Mártires de Chambas” los “parranderos” y los “gallos” de Morón. Trabajan cuatro árbitros, dos locales y los visitantes Víctor Zeide en home y el nacional Oliden Companioni en tercera. El partido está reñido, se juega la mitad final de la novena entrada, Morón gana por una carrera, pero Chambas tiene la virtual del empate en tercera con un out en la pizarra. El bateador en turno saca un fly corto a los jardines y el hombre de tercera viene para la goma con todo el bullicio y la algarabía de la afición porque se empata el juego, pero el alto mando de los gallos reclama y el árbitro actuante declara out al corredor por salida adelantada y, por tanto, hay doble play y Morón gana el juego, pero la afición no entiende lo sucedido y se lanza al terreno para impartir justicia con el justiciero.

Hora y media más tarde el grupo de trabajo de Radio Morón “le da botella” al árbitro principal Víctor Zeide que, todavía en plena carretera, mantiene en sus manos careta y peto y relata su versión de lo ocurrido:”Cuando yo ví que “el nacional”(Companioni) levantó la mano y dijo out, me dije “parió la perra” y me voy pa¨Morón por la línea que es más cerca”.

Los árbitros tienen muchas anécdotas simpáticas, crueles y hasta trágicas, sin embargo, la mayor parte de los aficionados no se percata ni observa la actitud hacia ellos que debe mantenerse por la responsabilidad que afrontan y la función que desempeñan. Aunque con el paso de los partidos y las temporadas, surgen y se consolidan acciones arbitrales que no se olvidan.

La década de los años noventa del pasado siglo se destaca por la calidad en la pelota municipal, punto de partida de nuestros clásicos, con torneos prolongados y nóminas respetables. Entre los eternos rivales de la joven provincia avileña, se cuentan los equipos de los municipios Bolivia y Morón. Esta vez se juega en el “Paquito Espinosa” y el árbitro principal acompaña al equipo visitante.
Tras el primer cero del juego empuñan los “gallos” y el hombre proa es retirado. Corresponde su turno a José Ramón Rodríguez, uno de esos atletas que lo protesta todo y que mantiene un buen average en ese indicador que es ser expulsado de los juegos. El actuante bien lo conoce. El bateador ocupa su puesto, el primer lanzamiento, algo confuso, es un strike cantado y José Ramón, discretamente, pasa el bate por el lugar por donde él estima pasó el lanzamiento. El árbitro lo mira y el bateador, para acentuar su protesta silenciosa, se separa dos pasos del plato y frotando sus manos mira al árbitro de abajo hacia arriba, éste se percata de la acción y sin pensarlo más levanta el brazo y le grita: Fuera de juego, estás expulsado! El coach de tercera que observa lo ocurrido corre y se enfrenta al árbitro y le dice:” Pero como vas a expulsar a este hombre que no ha hecho ni ha dicho nada”. Y el árbitro, seguro de su decisión le responde rápidamente:”Sí, no ha dicho nada, no ha hecho nada, pero lo pensó y por tanto lo boto yo”.

Y también los árbitros sufren acciones traumáticas, situaciones difíciles, verdaderos accidentes del deporte. Por ejemplo, con el nacimiento de la pelota revolucionaria en Morón el béisbol alcanza una gran popularidad, se organizan diversos equipos en entidades, comunidades y centros laborales que compiten en repetidos campeonatos de segunda categoría en los que se insertan los mejores peloteros de la comarca. Entre los de mayor rivalidad están los “Pescadores” de Humberto González y los “Constructores” de Luís Valderás.

Esa noche tienen un estadio repleto y trabaja como árbitro principal Juan Echevarría, un hojalatero, estudioso del béisbol, tipo popular que una gran parte de la afición le llama “Arregla calderos”. El juego está cerrado a la altura de la sexta entrada, lanza el veloz Raúl Díaz y los del cemento y la arena tienen las bases llenas. El árbitro contribuye con el espectáculo. El juego pierde su ritmo y Juanito llama a la actividad del partido. El bateador saca un elevado al central, el hombre de tercera viene en jugada de pisa y corre y se desliza de pie sobre el receptor Danilo Hernández, quien pierde el equilibrio y cae sobre el corredor, al tiempo que el tiro al plato por el poderoso brazo de Roberto Cubas pega en plena cabeza del árbitro Echevarría quien, como tocado por una descarga eléctrica, cae fulminado sobre los cuerpos del corredor y el cátcher.

Desfallecido, en precario estado físico, el árbitro es trasladado al Hospital de la ciudad donde, tras su ingreso por vrios días, logra recuperarse del sorpresivo y extraño trauma. Hay que decir que los corredores avanzaron una base porque al pegarle la pelota al árbitro, ésta se declara “bola muerta”, aunque en la realidad del terreno el “casi muerto por la pelota es el árbitro”.