Por Arquímedes Romo Pérez

Los matemáticos aseguran que no hay regla sin excepción y este principio también puede aplicarse al deporte y, de manera concreta, al béisbol. Pensemos primero en la cantidad de partidos de pelota que se han celebrado en nuestra Isla a lo largo de 60 series nacionales, selectivas y especiales, sin embargo, entre todos, entre esos miles y miles de encuentros celebrados, hay uno nada más que acumula nada menos que cinco records para la pelota cubana.

Este juego se celebró el día 14 de enero de 1995 en el estadio “Julio Antonio Mella”, cuando los “Leñadores” recibieron a los “Azucareros” de Villaclara, para celebrar un partido que, con anterioridad, había sido suspendido. Parece que los anaranjados arribaron a Las tunas con muchos deseos de entrenar y, desde muy temprano, la emprendieron con batazos de todas dimensiones, pero como los locales también estaban en plan de entrenamiento ripostaron sin pérdida de tiempo.

Lo importante es que en el transcurso de las 9 entradas jugadas se anotaron 53 carreras, de ellas 38 para los visitantes y 15 para los locales. Así se implantó el récord de más carreras en un juego por ambos equipos, al igual que los 61 hits conectados entre ambas novenas, la cifra más alta de todos los tiempos. De igual manera se inscribieron para la historia de un partido por ambos conjuntos: 20 dobletes, 32 extra bases conectados y 52 carreras impulsadas.

Hace muy poco días se recordó el aniversario del fallecimiento del fondista Celestino López, un modesto y sencillo atleta nacido en Tamarindo y radicado en Morón, que por más de una década formó parte del equipo nacional de Atletismo, con una altísima participación en eventos nacionales de largo aliento. Con escasa participación en certámenes internacionales, dadas las características de esta prueba, Celestino se cuenta entre los atletas con mayor cantidad de medallas en eventos nacionales.

Trabajador de la construcción, enamorado del deporte y más tarde integrante de la familia del INDER, se hizo popular en la ciudad como “El Solitario de la Carretera”. Padre de una numerosa prole consiguió con un campesino productor residente en el municipio de Chambas, que se le vendiera leche fresca todos los días, por lo que el atleta, como parte de su entrenamiento, cada amanecer tomaba la carretera llegaba hasta el municipio vecino, recibía el alimento y regresaba corriendo hasta su hogar en Morón.

De igual manera, al pasar a desempeñarse en la Dirección de Deportes de Morón debía viajar regularmente hasta la ciudad de Ciego de Ávila lo que hacía en el sistema de transporte que une ambas localidades, pero con las inseparables zapatillas en la mochila, al terminar la reunión se olvidaba del transporte y a toda marcha, en tiempo prudencial de competencia regresaba a la ciudad por la pista de la carretera; 36 kilómetros para Celestino era algo muy sencillo.

El estadio “Paquito Espinosa” de la ciudad de Morón, principal instalación deportiva de la ciudad que acaba de cumplir 63 años de edad, ha sido escenario de importantes eventos, no solo de béisbol. Los viejos moroneros aún recuerdan la presentación en su grama del equipo acrobático mejicano “Los Volantes del Infierno”, espectáculo impresionante efectuado bajos las modernas luces de sus torres lumínicas, así como la insólita presentación del Circo Chino, cuyos artistas ofrecieron un espectáculo de otra galaxia adelantándose al viaje al cosmos al desafiar la gravedad de los cuerpos.

Y el estadio de Morón también aparece en la historia de los récords y las marcas del deporte nacional cubano porque por muchos años, desde 1972 mantuvo en alto el cartel de haber sido escenario del partido más largo de una serie nacional, cuando los equipos camagüeyanos Granjeros y Ganaderos se enfrascaron a ceros durante 23 entradas, sin embargo perdió la hegemonía los días 8 y 9 de Diciembre de 1993 cuando los equipos de Matanzas y Habana lucharon por la victoria durante 24 entradas, y así implantaron una marca que se mantiene como el partido más prolongado de la pelota cubana.

Los viejos aficionados de la ciudad del Gallo, aquellos que tanto sufrieron porque en la localidad no existía una instalación adecuada, se dieron banquete después del 9 de Abril de 1958 cuando quedó inaugurada la instalación, y la organización de los Cubans Sugar Kings creó una especie de Academia de talentos en la cual integrò el equipo Gallos de Morón.

En este conjunto se reunieron peloteros jóvenes de varios lugares del país. Recordamos al receptor tunero Edwin Regis Simpson, el torpedero villaclareño José Antonio Hoyos, el camarero santiaguero Raúl Despaigne, el jardinero oriental Elio Toboso, el cienfueguero Alberto Álvarez y otros de la provincia camagüeyana como Onelio (El Látigo) Ordaz, Isrrael Ferrer, Eloy González, Mariano Dajud, Evelio (Bello) Vázquez y los jardineros locales Roberto Cubas y Arnaldo (El Congo) Macías.

Este último impresionó a los cazadores de talentos y un buen día un scout de una organización profesional se presentó en Morón, con el propósito expreso de ver en acción, comprobar en el terreno y extenderle un contrato al joven jardinero local. Pero, como son las cosas cuando son del alma, ese día Macías estaba indispuesto o fuera de la localidad y no pudo ser localizado, oportunidad que aprovechó Cuco Pérez, administrador del estadio y hombre de confianza de Boby Maduro, para proponer otro talento que no estaba en la Academia, y es así como se descubre a Tony (El Haitiano) González, quien convenció desde el primer minuto, rápidamente ascendió en la pelota cubana y no se detuvo hasta alcanzar una plantilla en la Gran Carpa.

Los buenos bateadores como los buenos lanzadores siempre tienen un puesto en un equipo y siempre conquistan la atención y el respeto de la afición. En el orden de los bateadores llaman la atención los hombres de fuerza, los llamados jonrroneros, sin embargo, idéntico valor tienen los especializados en batazos extras, como por ejemplo, el veterano inicialista oriental Elpidio Mancebo. Este zurdo de oro que brilló en los primeros años de la pelota revolucionaria, impuso una marca en la temporada de 1969 que aún está vigente, inmóvil y parece imperecedera: 7 extra bases de manera consecutiva. Y como no debemos omitir el gran esfuerzo de los lanzadores recordemos al zurdo pinareño del equipo Vegueros Maximiliano Gutiérrez, que en la serie nacional de 1978, lanzó nada menos que 46 entradas y un tercio sin permitir anotaciones.