Por Arquímedes Romo Pérez

A la hora de analizar la pelota en este territorio se hace necesario dividir el pasado siglo XX en dos mitades: en la primera los atisbos, los intentos, la realidad; y en la segunda la consolidación indiscutible.

Conocido el arribo de la pelota a la villa, la presencia de los obreros foráneos que ayudan al descubrimiento de talentos locales, los primeros intentos organizativos de las estructuras competitivas y los incipientes resultados que dan prestigio e importancia al deporte nacional, en una época olvidada; y es antes de cantarse bolas y los strikes por bateyes, poblados, comunidades y centrales, cuando aparece una primera señal, una luz en medio de un desierto, una excelente novena en una comunidad olvidada; un poderoso equipo desconocido que tributa valores en un momento en el que nadie más aporta.

En este volumen en el que se recogen los detalles más mínimos o insignificantes que conforman una historia, se hace ligera referencia al equipo de beisbol de Edén, un pequeño poblado compartido entonces por dos barrios, por dos terratenientes y por dos vías férreas que lo enlazan y exaltan al rango de capital de la comarca, en la que se cuentan bateyes, comunidades campesinas y colonias cañeras. Edén tiene una estación ferroviaria con luz eléctrica, hay dos vecinos que poseen radios, existen dos mayorales, dos tiendas mixtas, una buena escuela con un mejor maestro, un aserrío y taller de carpintería, una misión de mantenimiento ferroviario, una valla para peleas de gallos finos que cada domingo se convierte en fiesta popular, una casa para la venta de vinos españoles y cuenta con un kiosko o cafetería donde se expenden refrigerios y existen mesas donde los aficionados vienen a jugar dominó y a darse sus tragos.

Aquí, en Edén, se juega pelota como en todos los rincones de esta Isla; lo hacen los obreros, los escasos jóvenes residentes, los niños, pero como ocurre en otros lugares similares, sin organización, sin pretensiones. Pero un buen día, quizás por razones económicas, el español Domingo Fernández, uno de los dos tenderos, abandona el negocio que asume el nuevo vecino Hipólito Padrón, un enamorado de la pelota que rápidamente se proyecta por organizar una novena ; Y es así que logra la atención de otros vecinos que se interesan por la actividad deportiva que, por otra parte, favorece, económicamente, al avezado comerciante- deportista.

Activo, voluntarioso y hábil, con deseos de hacer algo digno para la comunidad logra un importante contacto con los cigarrillos “Edén”, marca muy popular entonces entre los fumadores, y ante la coincidencia del nombre del lugar y del cigarrillo, el agente vendedor accede a proveer al equipo que se conforma, de los necesarios uniformes y otros implementos imprescindibles, con el único compromiso que el “Deportivo Edén” sea un equipo bueno y que en la manga izquierda de cada uniforme aparezca dibujado un cigarrillo “Edén” humeante. Es éste el primer uniforme de franela gris y letras en rojo, de fabricación industrial, que se conoce en esta primera mitad de siglo en el territorio moronense.

A la distancia de tantos años resulta muy difícil determinar el por qué de la organización de esta novena cuando en todo el territorio no existen otras. Sin embargo, se constituye y compite exitosamente frente a equipos como el Instituto de Morón, Deportivo Ranchuelo, el equipo de Maduro en Cunagua, el “Martinó” de Violeta, que es el equipo del central, también Velasco y Morón-Pina, fuertes conjuntos que celebran magníficos encuentros que se convierten en fiestas dominicales en el apartado poblado campesino. Hoy pensamos que la integración del Deportivo Eden tiene mucho que ver con la presencia de los bello uniformes de franela y los implementos obsequiados por la marca cigarrera. Además, en el poblado no existe tradición de beisbol, y a partir de la desaparición de este conjunto no se integra otro en la localidad, ni siquiera en la masiva Liga Campesina de La Trocha que aparece algunos años mas tarde.

Este fuerte EQUIPO INSIGNIA que identifica la pelota libre en la primera mitad del Siglo XX en Morón, está integrado por:
RECEPTORES: Cinecio Ayllón e Isabel Galá;
JUGADORES DE CUADRO: Victor Casamayor, Lidio León, Eliseo Padrón, Heriberto Pérez, Ernesto Zamora, Florencio y Arnaldo García.
JARDINEROS: Carlos Brito, Berto Zamora, “Cateto” Quesada, Alfredo López y Conrado Ayllón. LANZADORES: Raúl Hernández, Mario Montalvo, Sergio García, Ramón Romero, Arsenio Brito e Ismael Pérez.
DIRECTOR: Hipólito Padrón.

Para avalar la calidad de este equipo improvisado pero realmente insignia de una época, es válido apuntar que, por ejemplo, Víctor Casamayor y Raúl Hernández, son integrantes de los Caribes de la Universidad de La Habana en la Unión Atlética; Arnaldo y Florencio García son torpedero y antesalista, respectivamente, del Central Jaronú en la Liga Inter-proviuncial; Mario Montalvo, es el corre-caminos que cada domingo lanza con el equipo de un central diferente donde le paguen los dos pesos, y que, además, brilla en la Liga de Pedro Betancourt de Matanzas y más tarde con el Deportivo Rosario de La Habana, donde se convierte en uno de los dos jugadores de la raza negra que rompen la barrera del color en la Unión Atlética; Ramón Romero, salta al beisbol profesional con el equipo Habana en la Liga Invernal y Sergio García se incorpora al equipo de Marianao en la Liga Profesional Cubana, juga en las ligas menores de USA y tras el triunfo de la Revolución, es el primer Director del INDER en Cienfuegos.

Además de lógico es digno y honesto cerrar este resumen histórico “El béisbol en Morón”, con el gran “Buque insignia”, el equipo de equipos, la maquinaria que ocupa una buena parte de esta historia, que llena de gloria y orgullo a una afición apasionada, que no olvida a los “Gallos” que le regalan seis títulos provinciales en una década, que exhiben elegantemente el uniforme de Morón por todas las provincias de Cuba , que representan dignamente a la joven provincia avileña en cuatro certámenes nacionales y que traen para la Ciudad del Gallo una hermosa y valiosa Medalla de Plata, en uno de los cuatro torneos de clubs campeones municipales en los que compiten.

Una buena parte de esta historia la ocupan los “Gallos Rojos” nombre que también tiene una historia que se hace “viral”,-decimos ahora-,de dominio general al amparo de la popularidad alcanzada por el conjunto, capaz de llenar de aficionados el estadio de la ciudad en cada una de sus presentaciones. Como respuesta al aporte cultural que el equipo hace al movimiento deportivo, la emisora local sigue y transmite sistemáticamente, año tras año y temporada tras temporada, todos los partidos de la novena desde cualquier escenario. En los años noventa cuando es común que los uniformes de beisbol sean de colores sobrios, el equipo moronense sale al diamante con una vistosa vestimenta roja y blanca, que motiva al periodista narrador del juego Nell Sánchez Darias, decir que” por los nuevos uniformes los Gallos deben llamarse ahora “Gallos Rojos”; innecesario repetir la idea, desde ese momento el pueblo, la afición, se hace del nombre.

Los “Gallos Rojos” se constituyen en una maquinaria con funcionamiento perfecto y dejan las huellas en los libros del beisbol avileño; además de ganar 29 partidos en un torneo de 36, que todos los jugadores regulares terminen el campeonato con promedio superior a los 300 de average, que obtengan seis títulos provinciales en una década, que sea el municipio con más campeonatos ganados en la provincia, que represente a la provincia con muy buenos resultados en cuatro torneos nacionales de clubes campeones, los “Rojos” de Morón se dan el lujo de salir al terreno con una alineación en la cual hay un jugador de nivel nacional en cada posición y contar, entre otros, con cinco lanzadores regulares de los Tigres de Ciego de Ávila.
Este equipo que se autofortalece en cada temporada con la presencia de talentos formados en su propio seno, mantiene la hegemonía de La Trocha desde 1992 hasta 2008, cuando, también en otros niveles, se produce un descenso cualitativo en la pelota nacional, que se profundiza en los años siguientes.
Este es El BUQUE INSIGNIA de la pelota moronense, los “Gallos Rojos” en 1995.

RECEPTORES. Roger Machado*, Tomás Cidrón* y Ángel Ortega.
JUGADORES DE CUADRO: Daniel Emilio López, Fernando Ibáñez*,José Ramón Rodríguez, Ernesto Varó*, Osmany Artiles*,Juan García Fabá*, Rogaine Gómez y Yoíris López. JARDINEROS: Carlos Ferié*, Fermín Rodríguez*,Julio Castillo* y Pedro Goya.
LANZADORES: Yosvany García*, Evacio Negrin*,Julio Mantilla*, Benito Castillo*, Reinaldo Batista*,Liván Martín, Raimí Bravo, Armando Frómeta y Andrés Alonso.
DIRECTOR: Humberto González.
COACHES: Rolando Almanza y Reinaldo Mujica.
ENTRENADORES: Oliden Companioni y Bernard Septién.
CARGABATES: Manuel Guzmán.
VIAJERO: Rosendo Bravo.
NOTA:Los señalados con asterisco son jugadores activos de series nacionales.

Es necesario agregar que en el período enmarcado se suceden movimientos en la plantilla y, en cada temporada, entran o salen jugadores que surgen y se preparan regularmente dentro del propio equipo, en una especie de Academia que, constituida muy temprano, desaparece más tarde como tal, pero permanece en la formación de talentos dado el trabajo que habitualmente desarrolla la Comisión Municipal de Beisbol y la disposición permanente de varios entrenadores.

En la segunda mitad de esta década de lujo ingresan en los “Gallos” otros muchos talentos jóvenes, que rápidamente logran un puesto en la plantilla anual de los Tigres, como son los jugadores de cuadro: Sandor Rivalta, Yorelvis Charles, Jorge Bordón y Jenny Reyes; los jardineros: Rusney Castillo, Ricardo Bordón, Yordanis Pérez y Gherson Molina, y los lanzadores Raudel Pulido, Adán Muñoz, Andrés García, Yasmani Goya y Elbis Machado. Más tarde hacen el grado y pasan a otra etapa Vladimir García Escalante, Osvaldo Vázquez, Maikel Caballero, Ariel Día, Yussen Corrales y Yeisander Rodríguez.

(Memorias del Equipo de Historia del Deporte en Morón)

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