Por Leonel Iparraguirre González

Un cuadro gigante con la técnica de pincel, de esmerados trazos, sobre un paisaje del campo cubano, dio la bienvenida durante muchos años a quienes visitaban la Empresa de Comercio y Gastronomía de la ciudad de Morón. En la parte inferior una intraducible rúbrica daba el crédito del autor. Cierto día pregunté y me respondieron que un pintor de apellido Lorenzo.

Así comenzó una estrecha relación de trabajo con un empírico profesional de la prensa que daba crédito diariamente a informaciones, reportajes y entrevistas que aparecían publicadas en el periódico provincial Adelante. El nombre de Laynez Lorenzo Pino fue bien conocido en la antigua provincia agramontina.

Sus habituales recorridos por campamentos cañeros, centrales azucareros, fábricas, centros de acopio, granjas agropecuarias, escuelas y por otros muchos lugares, le permitía descubrir hazañas individuales, intercambiar con héroes del trabajo, conocer de nuevos proyectos constructivos e impactar cada día con sus reportes periodísticos.

Después de muchas horas de recorrido en una antigua moto, con una mochila en sus espaldas donde llevaba un cámara, varios rollos fotográficos revelados y otros por usar y su agenda de anotaciones, llegaba al anochecer a su casa, primero en barrio nuevo en Falla y luego en un apartamento en la ciudad de Morón, donde permanecía varias horas frente a una máquina de escribir, llevando a cuartillas los apuntes de cada jornada.

Con la nueva División Político Administrativa y el surgimiento del periódico Invasor, Lorenzo Pino pasó a formar parte de ese colectivo, y situarse en el pelotón de avanzada en cuanto a productividad, teniendo en cuenta la frecuencia diaria de ese rotativo provincial.

En varias ocasiones estuvo en coberturas periodísticas en visitas de Fidel Castro al territorio, fue delegado al Quinto Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba, durante muchos años militante y secretario general del núcleo del Partido al que pertenecía.

De su profesión hay mucho que recordar, hombre de “olfato periodístico”, pues detectaba la noticia en los lugares más insospechados, extraordinaria habilidad en el manejo de las técnicas, entre otras virtudes.

Hoy, cuando se celebra la Jornada por el Día de la Prensa Cubana, es imposible olvidar al reportero Laynez Lorenzo Pino, quien hizo pesar sus virtudes, mucho más que sus defectos.

Lamentablemente, el 18 de noviembre del 2000 fue su partida definitiva, pero quienes conocimos de sus valores periodísticos lo recordamos en presente.