Omara Durand cerró con broche dorado la actuación de Cuba en los Juegos Paralímpicos de París 2024, en la final de los 200 metros, categoría T12. Y por más que apretó la garganta y buscaba no pensar en ese momento, salieron las lágrimas.
Esas lágrimas que todos sentimos bien adentro, cual despedida de las pistas y de la actividad física que desde los 15 años hizo su nombre cotidiano para todos. Decir Omara Durand es voluntad y empeño por encima de su progresiva pérdida de visión, que la puede dejar ciega en un corto tiempo si no se opera ya.
Sus manos estaban más nerviosas que cuando cargó por vez primera a su hija Erika. Y el abrazo con Yunior selló la doble vuelta de tuerca en su piel. Todo se acabó, parecía susurrar entre sollozos. Y como los hombres también lloran, el joven que la ha acompañado en los últimos nueve años en cada entrenamiento y en cada triunfo no pudo evitar sus ojos inflamados de lágrimas también.
Luego vino el himno nacional, el toque de la campana que cada monarca en estos Juegos Paralímpicos hacía como señal de triunfo y las declaraciones preparadas desde días, semanas, meses antes. “Lloraba de emoción, de alegría y nostalgia”, aseguró Omara. “Llora
Durand, junto a su guía Yuniol Kindelán, ganó además, los 100 y 400 metros en su clase (para atletas con discapacidad visual). De esta manera, alcanza los 11 cetros en Paralimpiadas. Se despide de manera exitosa de las pistas.
(Cubadebate/Redacción Informativa R.M)