Por Jorge Wejebe Cobo

El 6 de enero de 1875, fuerzas dirigidas por el Generalísimo Máximo Gómez cruzaron la Trocha de Júcaro a Morón, sin que los asombrados guardianes de las fortificaciones españoles pudieran hacer algo contra la columna cubana que, con la bandera desplegada, avanzaba hacia Las Villas.

Ese día se cumplieron los sueños del gran dominicano, quien desde el inicio de la Guerra de los Diez Años defendió la estrategia de la invasión que propuso en varias oportunidades, pero por insuficiencia de recursos, problemas de divisiones internas y otros factores negativos no pudo concretarse con anterioridad.

Gómez tenía muy claro que resultaba imprescindible que la insurrección, consolidada fundamentalmente en el Oriente y Camagüey, se ampliara en Las Villas y se extendiera a las provincias de Matanzas, La Habana y Pinar del Río, zonas económicas que aportaban los recursos más importantes de la producción de azúcar y otros rubros que costeaban las operaciones militares de España.

El mando hispano en La Habana tenía muy claro lo que se jugaba con la propagación de la llama de la guerra a todo el país y desde el inicio de la contienda el entonces Capitán General Blas Villate y de la Hera, Conde de Balmaceda, concibió la construcción de una trocha militar desde el puerto de Júcaro, en la costa sur, hasta el poblado de Morón, en la costa norte de Puerto Príncipe, para aislar principalmente hacia el oriente al Ejército Libertador.

Con ese propósito, en 1872 se inició la construcción de la trocha en una línea que atravesaba la Isla en una de las partes más estrechas y de llanuras de 60 kilómetros de Júcaro a Morón, con 17 fuertes y 16 fortines y una guarnición de cinco mil hombres, además de un moderno armamento y 10 piezas de artillería que se movían a lo largo de la fortificación por un ferrocarril.

De esa forma trasladaban con rapidez la tropa de un lugar a otro para repeler frontalmente los intentos de cruce de los mambises e inclusive rodearlos para liquidarlos o hacerlos huir hacia la región oriental, donde serían enfrentados por otros grandes contingentes colonialistas.

Pero en tanto se alzaban los fuertes y se cavaban las trincheras, los exploradores del Ejército Libertador iban estableciendo los puntos vulnerables y los pasos por donde podían escapar de la vigilancia de las tropas enemigas, que contaban con modernos sistemas de iluminación y sitios de emboscadas.

En 1873, después de la muerte de Ignacio Agramonte, Máximo Gómez pasó a ocupar la jefatura del Tercer Cuerpo de Ejército y del Departamento del Camagüey y Las Villas e inició una ininterrumpida ofensiva en la que libró decenas de combates victoriosos en los llanos camagüeyanos, así como en Las Tunas y desde entonces la trocha fue burlada sistemáticamente por emisarios y pequeños contingentes cubanos en uno y otro sentidos.

Esa situación favorable estuvo presente también en la fría jornada del 6 de enero de 1875, y Gómez con una fuerza de más de mil efectivos de infantería y caballería cruzó la Trocha de Júcaro a Morón y convirtió al centro del país -Las Villas, la región de Cienfuegos y parte de Matanzas- en un campo de batalla. Igualmente quemó sin contemplación los campos de caña y centros productivos en poblados que contribuían a la causa colonialista.

Pero a pesar del empeño de lucha del Generalísimo, del Lugarteniente General Antonio Maceo y de otros jefes provenientes de las capas más humildes de la sociedad, la tendencia favorable a la capitulación promovida por los agentes españoles y traidores tomó fuerza y culminaría con la humillante paz del Zanjón con que terminó la Guerra de los Diez Años en 1878.

La experiencia de extender la conflagración, al cruzar la Trocha de Júcaro a Morón, resultó valiosa años más tarde al repetir la hazaña Gómez y Maceo durante la Guerra Necesaria en 1895.

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