Tomado de Cubadebate/14 de marzo de 2021

Al verlo en sus escasas horas de añoranza a la vida, muy abrumado por el peso de tantos destinos ajenos, Gabriel García Márquez, -en condición de amigo, no de eminente periodista- le preguntó qué era lo que más quisiera hacer en este mundo, Fidel le contestó de inmediato: “pararme en una esquina”.

En otra ocasión, no sin cierto aire de melancolía, según el Nobel de Literatura, el Comandante le dijo: “En mi próxima reencarnación yo quiero ser escritor”.

Pero, ¿qué haría en una esquina? ¿Por qué periodista? Y me tomo la licencia de sustituir el vocablo porque amén de las acepciones que la palabra escritor pueda tener, el líder cubano se lo confesó a uno difícil de encasillar en nominaciones de Literatura o Periodismo, pues simplemente era un genio de la palabra, un maestro contando realidades. Y eso Fidel lo admiraba.

Sin demeritar a poetas, novelistas y otros expertos de las letras, estoy segura que Fidel hubiese querido estar en una esquina para estudiar a su gente, hablar con los pobladores, analizar las circunstancias e ir luego al papel o a la computadora y desbordar en ellos todos los razonamientos que creyese acertados en ese difícil proceso que es lograr una mejor sociedad. Su sangre rebelde no lo dejaría en paz hasta tanto ejerciera “el mejor oficio del mundo”.

No sé dónde el gigante de verde olivo lo descubriría, pero desde muy joven tuvo una clara conciencia del papel de los medios en la difusión de ideas y estrategias, a fin de lograr la movilización consciente del pueblo. Le confirió, además, un peso preponderante como vía para la denuncia.

En su época de estudiante universitario aprovechaba cuanta oportunidad le ofrecieran las publicaciones escritas, la radio, la televisión. Otras veces forzaba esas coyunturas mediáticas y ante la negativa, optaba por crear sus propios canales de comunicación y hasta “tomar” emisoras. Mas fue con la creación de Radio Rebelde en la Sierra Maestra y su diálogo abierto con el corresponsal extranjero Herbert Matthews, que se presentaba al mundo como un aliado de la prensa honesta.

Es el primer día del año 1959, triunfan los rebeldes, triunfa también el periodismo cubano. El líder de los barbudos ve en cada portavoz revolucionario, un defensor de la naciente república. Para él “la prensa es una fuerza, un instrumento formidable de la Revolución”.

Se nacionalizan medios, surgen otros y en la misma medida, Fidel incluye en su equipo a reporteros. Los moviliza, los defiende, los ocupa, los elogia, los atiende y también increpa cuando es necesario. Pero nunca los obvia, jamás los desestima. Los periodistas son parte de la coraza de su nación. Está consciente de que “no ha habido cambio social profundo sin periodismo revolucionario”.

Por eso no fueron pocos los profesionales del gremio que estrecharon su mano, recibieron un abrazo suyo o temieron ser interpelados por quien se suponía era entrevistado, pero bien sabía pasar a la posición de entrevistador. Sin embargo, tenerlo cerca, tocarlo, sentir su respiración, escucharlo, experimentar ese cambio en la atmósfera de un lugar, -que dicen, generaba su presencia-, devino dicha para todos, en general.

Algunos ya no están, pero periodistas al fin, llevaron a la inmortalidad sus vivencias con Fidel dejando testimonio de ello. Los que aún viven, tampoco se resisten a hablar sobre él, porque creen digno, honrar a quien tanta virtud les irradió.

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