Por: Alfredo Fernández Arcia

El pentagrama musical moronense conserva líneas perfectas en donde las melodías son auténticas obras maestras. Las notas musicales, las claves, las armaduras, los compases, el tempo y el carácter, son los máximos responsables de que grandes hombres contarán sus historias a través de los años con esa sensación agradable de que lo espiritual prevalece en nuestras calles, en nuestros pasos, en nuestras vidas.

A lo largo de los años, el misterio de una canción se ha envuelto en las expresiones melódicas de su creador y su intérprete. Al paso de los días, y siempre que se ha escuchado la melodía en cualquier serenata o en cualquier esquina de esta ecléctica ciudad, saltan en sentimientos las expresiones a manera de pregunta: ¿A quién está dedicado este silencio azul?

La modernidad nos ha llevado a la post-verdad como recurso mediático de manipulación en los medios, sobre todo, tomando como referente la corriente, pudiera yo plantear ahora mismo: Conozco la verdadera historia que motivó a la creación del Silencio Azul. Pero no es así, y no quiero que me tilden de manipulador, pero las experiencias concretas junto a su autor, me permiten sin hacer absurdas conjeturas, contar la historia a partir de la letra y la música original.

“Ayer, hoy y siempre vivirás, en el silencio azul de mi esperanza rota”

Corrían los años en que el amor, surcaba con más fuerza los surcos anhelados del corazón, ellos dos se encuentran, así como por casualidad, él, hombre elegante y pasional que vive por el alma y sueña con los ojos abiertos viendo pasar con pasos elegantes la bella dama que envuelta en la magia de una caricia visual le devuelve de soslayo un beso a través de su misterio. Las calles protagonistas de esta aventura se permiten ser acariciadas por el insipiente romance que una y otras vez repite capitulo y vuelve el silencio y un astro sublime se sitúa entre dos miradas que auténticas derraman caricias, lujuria, ternura, arrebato, desenfreno, sudor, lagrimas, fuerza y por sobre todo amor.

En el azul de un sueño, van corriendo ambos, como sublime y eterna ella reserva su mejor momento, él, va viviéndola e inexplicablemente las horas van pasando no a manera de transición, no puede ser a manera de transición, va marcando el tiempo segundo a segundo, minuto a minuto, hora a hora, el reloj es el único que conserva el secreto, lo comparte con la pared de la época, con la ventana, por la cual se observa poca luz, la necesaria para que la torre de la iglesia del Parque a contra luz se crea perfecta como el cuadro artístico que ilustra el momento. “Dos en la vida, una sola ilusión, un solo corazón, una cosa divina”

“Aquí, aquí está al fin esta canción”

Cuando la canción se hace realidad en la interpretación de Mario Rodríguez y con la autoría de Santiago Arias Martínez, comienzan a adjudicarse, la leyenda, muchas y muchos moroneros, sin embargo la única realidad se ha guardado como el misterio que todos quieren descubrir.

Lo mejor es que en cada uno de nosotros vive la verdadera historia, porque todos hemos vivido un silencio azul a la manera de su autor. Como yo ¿Cuantos no habrán escrito encima del silencio? ¿Cuántos no habrán inventado la historia verdadera del silencio? ¿Cuantos le han puesto el color azul a su silencio?

“El beso que te dí, sin saberlo tu boca”

La identidad moronera se ha nutrido para subsistir de auténticas y ardientes historias y leyendas, el “güije de los esteros” se hubiera quedado perplejo ante maravillosa obra, pero prefiere esconderse en la laguna de la leche, aún, y desde ahí observar una y otra vez el amor que se repite en sus márgenes.

El gallo, intenso es testigo con su canto de cualquier capítulo, que tiene fin, cuando sus amantes al ver el alba con el anuncio de su llegada corren a sus tranquilos hogares. Pero el “Silencio azul” es más que cualquier secreto develado, es el himno de los que habitamos esta ciudad.

Entonces… Continuemos pensando, que somos los protagonistas, continuemos creyendo que la historia es real, una vez que fue contada por vez primera por su autor a través del pentagrama sonoro de esta tierra. Pensemos en la candidez de las sabanas que acaban de cobijar una pasión y contemos la leyenda, la historia y el relato, con el corazón en la mano, como lo que es: El silencio azul de una canción.