Procedente del Oriente del país, de donde había salido encabezada por Fidel desde la heroica ciudad de Santiago de Cuba en la madrugada del 2 de enero de 1959, el día 8 del mismo mes entró triunfalmente en La Habana la Caravana de la Libertad.
Reeditada cada año, siempre reviven las emociones en el corazón de los patriotas, trayendo a la mente conclusiones acordes con la hora que se vive, cuando se mantienen en alto las banderas del compromiso y la decisión de defender las conquistas entonces ganadas por el glorioso Ejército Rebelde.
Aquella legendaria Caravana había transitado casi por el país completo en un viaje de más de mil kilómetros, acompañada todo el tiempo por el júbilo desbordante de los habitantes de pueblos y ciudades de Cuba.
La llegada a la capital cubana el 8 de enero de 1959 fue un jalón especial no solo en la evolución de esa suerte de marcha combatiente inaugural, sino también en la historia misma de la naciente Revolución, a 66 años de esos sucesos.
Con los primeros rayos del sol del alba habían salido el segundo día tras la victoria sus primeros integrantes desde las inmediaciones del Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, después de haberse producido la proclamación del triunfo de la Revolución en la Ciudad Heroica.
Aquel increíble contingente de humildes soldados y patriotas, en su mayoría barbudos y melenudos, sin proponérselo comenzaba a sembrar en la memoria de la población que lo recibía agradecida en todas partes, la mística que desde entonces acompañó a aquellos sucesos, sobre todo al empezar a conocerse las victorias militares aplastantes protagonizadas por ellos.
Durante el tránsito de la Caravana por la ruta de Oriente a Occidente se evidenció que también se trataba del viaje de una nación, o mejor, de un pueblo hacia su sueño, eso sí, convertido en aspiración que debía ser muy realista y entregada, llena de alertas contra los peligros por venir, tal y como avizoraba meridianamente el jefe revolucionario máximo.
Fidel lo afirmó en Santiago con su lealtad y patriotismo basal que esta vez los mambises —padres fundadores independentistas y anticolonialistas— sí habían entrado a la heroica ciudad de Santiago y que esta vez sí era la Revolución de verdad, que no admitía traidores, ni corruptos, ni vendepatrias, ni anexionistas.
Está claro que desde el primer día estaba el Jefe de la Revolución dispuesto a desplegar toda su voluntad y profundas convicciones políticas e ideológicas, en el cumplimiento en lo adelante, apoyado en el futuro desde 1965 en un renovado Partido Comunista de Cuba, de un verdadero programa de justicia y soberanía nacional, inspirado en el ideario de José Martí y por el que habían caído tantos buenos compatriotas.
(Autor: Martha Gomez Ferrals/ACN)