Por Arquímedes Romo Pérez.

La incomunicación, el distanciamiento de las fuentes nacionales de la cultura, la falta de acceso al movimiento artístico que se genera en la Isla desde los mismos inicios del Siglo XX, conducen a la villa de Morón a crear sus tradiciones y conformar su estética.

Sustentado en la simbiosis afro- hispana y la más raigal nacionalidad criolla, aparece el arte con matices originarios, modificado por las tradiciones españolas, enriquecidas por el sentimiento nacional, por la raíz patriótica, tempranamente inoculada en la sangre cubana.

Ese ajiaco criollo cuenta con ingredientes múltiples que varían con las distintas divisiones y zonas del país, por lo que no es una excepción que en la naciente cultura del hato durante sus sueños de villa, incidan y dejen profundas huellas, la sufrida sangre africana, la esencia más popular de la música y poesía hispanas y la expresión más genuina y popular de la naciente música de la mayor de la Antillas; punto de partida irrenunciablemente defendido es la décima, que con genes hispanos, fecundados por el bongó negro y el tres guajiro, abre la brecha para dar paso a una cultura propia y distinta.

Tan temprano como en la gran contienda por la nacionalidad cubana, cuando más cruenta es la batalla libertaria, la décima se hace himno de combate, llama a la contienda y enarbola su poderoso mensaje, para llamar al combate; rara manera la de los mambises criollos, de utilizar la obra del español Don Vicente Espinel, para llamar al combate contra las fuerzas hispanas. En nuestro territorio central Simón Reyes, el intrépido, el hombre que supera la defensa española cuantas veces lo desee, el “Águila de La Trocha”, cierra cada una de sus acciones de combate con una décima criolla.

“La Estrofa Nacional Cubana” tiene profundas raíces en la aislada villa del gallo, tan profundas que supera toda otra manifestación cultural, y está tan arraigada que muy temprano en el Siglo XX, en el corazón fundacional de la localidad, en la esquina de las calles Cisneros y Bonachea, la familia Companioni construye una alta plataforma a la que suben en importantes momentos, los más populares y conocidos poetas repentistas del país, como Chanito Isidrón, Clavelito, María La Matancera, Fernando del Real, El Sinsonte Guasimero, Pedro Guerra, y además, son conocidos por los amantes del género numerosos improvisadores locales, que más tarde brillan en la décima, tales como Pablo Companioni, Jorge Mujica, La Alondra del Cocal, Ventura Buchillón, Pepe Castillo, Fermín Diaz, Evenelio Rodríguez, y el abogado Sotero Castillo, quien tiene un récord nacional de ser el único abogado en la Isla, que defiende a su cliente acusado, haciendo los descargos en décimas.

Otros géneros musicales arriban a la aislada localidad del centro del caimán paulatinamente con protagonistas que, procedentes de otros lugares de la Isla se radican en la localidad, como Eusebio Jiménez Basulto, un camagüeyano que tan temprano como el año 1864, da un importante paso y crea una Academia Musical en horario nocturno en el local de la escuela; a la misma asisten numerosos jóvenes entre los que se cuenta Ladislao Echemendía, padre de una familia musical conocida como los “Yusi” que, por muchos años, está presente en la música local. Ladislao es el saxofonista que musicaliza el cine silente en el “Olimpo”, primer cine de Morón.

En los años finales del Siglo XIX otros creadores foráneos se radican en la villa y engrosan el músculo cultural de la música como es Manuel Paseiro, que trae de la capital aires renovadores y modernos, que le permiten organizar una Orquesta de música popular del llamado tipo jazz-band, la cual adquiere popularidad con sus atractivas presentaciones, y despierta tal interés entre las autoridades locales, que se convierte en importante activista para el nacimiento de la centenaria Banda Municipal de Conciertos.

Las agrupaciones de estos tiempos y las que surgen en las primeras décadas del Siglo XX, están marcadas por la tipología estadounidense, por lo que prima la organización de las llamadas orquestas de música de viento como la “Orquesta Siboney”, “Los Raqueteros del swing”, “Melodía Tropical”, más tarde la Orquesta Típica del maestro Juan Valdés Pino, encargada siempre de los musicales de la sociedad Unión Fraternal y, finalmente, la Orquesta “Típica Festival”. Las últimas orquestas locales, ya en pleno Siglo XX son la “Miramar” y por último la “Orq.Palmares” de muy corta duración, pese a su indiscutible calidad.

A la mitad de pasado siglo van cambiando las sonoridades, los ritmos y los tipos de agrupaciones musicales de la localidad. Surgen nuevas escuelas y nuevos talentos que estimulan las corrientes nacionales, las propias, y la vanguardia la ocupa el Sexteto Colón que con sonido muy cubano se adueña de los escenarios locales y brilla por muchos años, hegemonía que sustenta hasta la llegada del Septeto de los Hermanos Gutiérrez, que se impone con fuerza por el repertorio variado, más moderno, con sonoridad distinta, y la presencia, por primera vez en la ciudad, de la mujer en la música: las tres hermanas son las vocalistas de la agrupación. También irrumpen en esta época el Sexteto de Pablo Bernal y el de Yito Bofill, con Pío Leiva.

La presencia de este último marca un giro en la música local en el que se mezclan sonoridades e instrumentos de distintas épocas y estilos, con el principal protagonismo del Conjunto de Orlando Mesa, a partir del cual nacen otras agrupaciones que determinan o califican una nueva era musical, en la que se enmarcan también el “Conjunto Estrellas Juveniles”, el “Conjunto Praga”, devenido en “Yambú”, “Los Dandys”, el Conjunto “Caonao”, el Conjunto de Puro Peña y los Tipicos del Son.

Estas son las opciones musicales de la ciudad, cuando aparece la llamada música juvenil o la canción protesta latinoamericana, que destapa la caja de la trova local y tiene como primer abanderado al “Grupo Sent Novels”,el cual comparte la novedad con dos dúos jóvenes que, unidos, fertilizan la raíz del “Grupo Turiguanó”, agrupación de lujo, abanderada del movimiento de la nueva trova, cuya influencia en la nueva música y en la juventud local, genera una oleada de trovadores tan poderosa que le dan a la Ciudad del Gallo la responsabilidad de organizar el Festival Nacional de la Nueva canción, mientras que en la constitución oficial del Movimiento en Casa de las Américas, tres jóvenes trovadores locales integran el Consejo Nacional de la naciente organización músico-juvenil.

Por estos tiempos y como imperativo cultural del municipio, se crea el Conjunto Campesino “Ecos de La Trocha” y paralelamente irrumpen “Miky y sus Cosmonautas” y el “Grupo Yarayó” que, dirigido por Panchito Consuegra, se ocupa de los momentos bailables del Centro Turístico del Embarcadero de Morón.

En los albores del Siglo XXI cuando Morón sueña con ser una ciudad turística nace, con indiscutible calidad, el Quinteto “Guamá”, cultor de la música más tradicional, organizado por Juan Carlos Espinosa, que resulta premiado en el Festival Nacional Cuba Disco. Con este recorrido por academias, bandas, sextetos, conjuntos y orquestas, Morón entra en el concierto cultural de la nación con luz propia, con sus esfuerzos, con sus hijos y los sueños “ de músicos y de música”.

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