En la Quebrada del Yuro, un intricado punto de la serranía boliviana, el 8 de octubre de 1967 el Comandante Ernesto Che Guevara libró su último combate por los pobres y explotados de Latinoamérica y del mundo.

Un día después, en la humilde escuelita de Higueras, no lejos de aquel paraje andino, los verdugos al servicio del imperialismo yanqui lo asesinaron fríamente luego de resultar herido y capturado durante un enfrentamiento con el ejército.

Con el crimen sus ejecutores materiales e intelectuales doblaron campanas de júbilo, más la desaparición física del héroe ha trascendido a lo largo de 55 años como antorcha inextinguible, de dimensión universal y para todos los tiempos. Al decir del Héroe Nacional de Cuba José Martí, “hay hombres que hasta después de muertos dan luz de aurora”.

De ahí fluye la fuerza de su extraordinaria personalidad forjada en el sacrificio, del ejemplo permanente y de atributos que lo convirtieron en un líder admirado y querido por nuestro pueblo.

Así ha sido desde su incorporación a la expedición del yate Granma cuando el dos de diciembre de 1956 partió desde México dirigida por Fidel Castro Ruz y puso proa al oriente cubano para emprender la lucha guerrillera contra la tiranía de Fulgencio Batista.

En las filas del Ejército Rebelde, el Che estuvo entre los principales jefes de aquella tropa. Como estratega militar asumió difíciles misiones al frente de la Columna 2 Ciro Redondo y en la toma de la ciudad de Santa Clara, cuyo final victorioso impulsó de manera decisiva el desplome del régimen imperante para dar paso al triunfo revolucionario, el Primero de enero de 1959.

Nuevas responsabilidades pusieron de relieve sus cualidades de dirigente de aguda visión política y económica, además de la capacidad para organizar y ser intransigente sin dejar de ser humano y receptivo. Tales cualidades estuvieron presentes como ministro de Industrias y posteriormente como presidente del Banco Nacional de Cuba, tareas que desempeño con absoluta austeridad y vínculo con la clase trabajadora.

Era usual que dialogara con los trabajadores en una fábrica, un taller o dedicara tiempo de su descanso a compartir labores de junto a los portuarios, participar en la construcción de una escuela o convertido en operador de una combinada cañera en los campos de un central azucarero. Fue el promotor de las jornadas de trabajo voluntario en el país, al que concedió especial importancia educativa para la conciencia de las masas.

A los obreros, técnicos e ingenieros les inculcó el afán creador e innovador, dos elementos esenciales para incentivar el desarrollo científico y hallar soluciones ante las limitaciones materiales motivadas por el asedio económico, comercial y financiero impuesto por el imperialismo yanqui.

A través de cartas, artículos periodísticos y discursos, el Comandante Ernesto Che Guevara le otorgó trascendental importancia a las jóvenes generaciones.

En un trabajo titulado El Socialismo y el Hombre en Cuba precisó: “La arcilla fundamental de nuestra obra es la juventud, en ella depositamos nuestra esperanza y la preparamos para tomar de nuestras manos la bandera”.

(Tomado de Trabajadores)

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