No son pocos los comentarios y las preocupaciones que han generado los más recientes datos demográficos de Cuba, dados a conocer por el vicejefe de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), Juan Carlos Alfonso Fraga, durante la reciente sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

Hoy, la población de Cuba es menos de 10 millones de habitantes, y seguirá decreciendo, informó Alfonso Fraga y comentó que ese significativo ajuste en la estructura demográfica repercute en planes, programas, proyectos de los ámbitos demográficos, económicos, sociales y ambientales.

En particular, refirió que durante los tres últimos años se ha intensificado la movilidad de cubanos hacia el exterior, con estancias prolongadas fuera.

Además del número de defunciones y de nacimientos -han muerto más personas que las que han nacido-, esa estadística está evidentemente marcada por un fenómeno migratorio muy significativo y que los datos de la ONEI también reflejan: al 31 de diciembre del 2023 permanecían fuera del país 1 249 733 personas. Alrededor del 75% de ellas debían ser descontadas de la población, por no tener residencia efectiva en el país en el período 2021-2023.

“Detrás de esos números hay una familia rota, un amigo que no está, o un sueño no cumplido”, comentaba con dolorosa razón a propósito del tema la doctora en Ciencias de la Comunicación y profesora de la U.H., Ana Teresa Badía, en su perfil de Facebook.

Se trata de una importantísima arista de la actual situación demográfica cubana, a la cual se añade el nivel de envejecimiento con casi un quinto de la población del país (24.4%) con 60 años y más al terminar el 2023.

Muchos análisis han de derivarse de esa actualización y, particularmente, será muy importante detenerse en el impacto económico de esa dinámica demográfica, sobre todo considerando que las mayores pérdidas de población se registran en las edades de 15-59 años, más de 800 000 personas, precisamente el segmento donde quedan comprendidos los pobladores en edad laboral.

No hay que ser siquiera economista para deducir que el panorama descrito conlleva a una escasez de capital humano y, en consecuencia, a la disminución de la productividad y el crecimiento económico.

Ello, a la vez que el envejecimiento de la población condiciona que los gastos en salud y pensiones aumenten significativamente con la consiguiente presión sobre el diseño de los recursos públicos, mientras que la partida de los más jóvenes y capacitados convierte en sal y agua la inversión a largo plazo hecha por el país para su formación y capacitación, sobre todo en el caso de los universitarios y técnicos.

Además del papel que pasan a ocupar las remesas como fuente de ingresos, la estructura del mercado laboral estaría sujeta a cambios relevantes, entre ellos, una mayor demanda de trabajos en sectores como la salud y los servicios sociales acompañada de una posible escasez en otros sectores, lo cual pudiera requerir reorientación de políticas educacionales y de formación profesional.

Pero, como bien señalaba el mandatario cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en la clausura del Tercer Periodo Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular en su X, “Es hora de superar los diagnósticos y pasar a las acciones”.

(Tomado de CubaSí)

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