Redacción Informativa/Granma

Tendremos un play off entre Alazanes y Leñadores, equipos que atesoran seis de los diez últimos títulos; y del otro lado Pinar del Río e Industriales, otro clásico, cual evocación de los de Rogelio García y Agustín Marquetti en aquel ya lejano 1986.

Si la pelota no existiera, tendríamos que inventarla, para que Industriales y Santiago de Cuba no dejen de jugar el clásico nacional. Habría que recrearla, porque esa rivalidad shakespeareana de Capuletos y Montescos nos sigue alimentando de cubanidad el corazón.

Fue el Guillermón Moncada santiaguero, más que el azul Latinoamericano, un mosaico cultural en el que los sentimientos, a golpe del cuero del tambor y del gracejo popular, nos devolvió a aquellos míticos peloteros de esos equipos, quienes, con sus dotes beisboleras, dibujaban arte sobre la grama.

La pelota nos trajo de regreso a Granma a los cuatro grandes, porque esta vez la historia no cedió. Era el tercer séptimo juego frente a Matanzas, y, como en los otros dos, los Alazanes vencieron. Su épica sacó a los yumurinos de las semifinales y de la iii Liga Élite que, por esas cosas que tiene el beisbol, será un torneo sin el campeón y sin su segundo lugar, porque Artemisa no alcanzó los play off.

Como la pelota premia, entonces tendremos un play off entre Alazanes y Leñadores, equipos que atesoran seis de los diez últimos títulos; y del otro lado Pinar del Río e Industriales, otro clásico, cual evocación de los de Rogelio García y Agustín Marquetti en aquel ya lejano 1986.

La pelota no tenemos que inventarla, la tenemos, está, y hace que Cuba viva.

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