En 1891 Nuestra América de José Martí fue publicado mostrando la visión del autor sobre esa América mestiza llamándola a integrarse en una sola nación para defender su soberanía de la amenaza de Estados Unidos y Europa.

En los once párrafos de la obra, el apóstol de la independencia de Cuba llama a la unión de los pueblos de Latinoamérica contra la amenaza de los Estados Unidos, a la defensa de la soberanía de los pueblos de la región y a la independencia de España.

Sin duda, uno de sus escritos más importantes, y representativo para los pueblos americanos, es el ensayo “Nuestra América” redactado en 1891 justo en la etapa de la Tregua Fecunda cuando Martí estaba inmerso en la preparación de la Guerra Necesaria, además conociendo los siniestros propósitos de la Conferencia Internacional Americana y los proyectos yanquis de comprar a Cuba.

El ensayo consiste fundamentalmente en una crítica amorosa a las consecuencias inmediatas de la liberación de Hispanoamérica, es una síntesis concreta, de la revelación de nuestro ser esencial, sus sentimientos y conciencia histórica.

Es un manifiesto del ser existencial de nuestra América incluyendo sus perspectivas de desarrollo. Es un programa científico de lucha, cuyo modelo se mueve ante dos alternativas: ser o no ser. Pero afirmando el primero (ser) con optimismo, basado en un estudio profundo y en premisas reales. En este escrito se funden indisolublemente latinoamericanismo, antirracismo y antiimperialismo para dar coherencia a la teoría socio-filosófica más avanzada de su tiempo.

“Lo que queda de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, (…) las armas del juicio. (…) Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.”

La unidad continental sólo se logra si en las propias repúblicas no existe diferencia de clases y de razas. “No hay odio de razas,” dice Martí, “porque no hay razas.”

El racismo y el conflicto aparente de razas se deben a la historia y a desencuentros culturales, no a diferencias ingénitas entre latinos, anglosajones, indios y negros.

Las repúblicas latinoamericanas han de recuperar al “indio mudo,” “el negro oteado” y al “campesino creador,” marginados por la experiencia colonial antes y después de la independencia, para encauzarlos hacia aquella unidad que protegerá al nuevo mundo propuesto por Martí.

El amor por su continente, expresado en toda su obra, cobra especial significación en este escrito. Critica fuertemente a aquellos “…nacidos en América, que se avergüenzan porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan de la madre enferma y la dejan sola…”, no se merecen el calificativo de hombres, los llama delicados, “que son hombres y no quieren hacer el trabajo de hombres”.

(Redacción Informativa)

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