Granma/7 de septiembre de 2023

El cuerpo de Ernesto Che Guevara fue baleado, hace 56 años, por un suboficial boliviano, en cumplimiento de órdenes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de EE. UU.; después de ser herido en combate y apresado en la Quebrada del Yuro, tras agotar todos sus proyectiles.

Fue llevado hasta una escuelita del pequeño poblado montañoso boliviano de La Higuera, desde donde su legado sigue expandiendo su mensaje antimperialista por todo el mundo.

Cada 8 de octubre, día de la captura, en 1967, del mítico Comandante guerrillero, personas de todas latitudes viajan a La Higuera, para rendir un espontáneo homenaje a quien encarnó, como ningún otro, el arquetipo del hombre nuevo.

En cada aniversario de nacimiento o muerte del Che, como es universalmente conocido, toman renovado impulso sus ideas y ese ejemplo y valor sin límites, que le hicieron sobreponerse al asma desde pequeño, viajar por países de América del Sur para conocerlos «por dentro», oponerse al golpe de Estado contra el presidente Jacobo Árbenz, en Guatemala, patrocinado por la CIA, y enrolarse en México en la expedición que preparaba Fidel para liberar a Cuba de una sangrienta tiranía, preludio de sus hazañas posteriores en el Ejército Rebelde.

Es conocida su enorme estatura como político, estadista, diplomático y nuevamente como guerrillero en el Congo y en Bolivia.

Es grande el valor de quien, sobre una silla de madera, en la escuelita de La Higuera, sin poderse mover por sus heridas, fue capaz de ordenarle a su atribulado asesino: «Usted viene a matarme. ¡Póngase sereno y apunte bien. Usted va a matar a un hombre!».

La personalidad del Che era multifacética. Además de su valor e innato talento estratégico como militar, era un analista profundo de los temas políticos y filosóficos, afincados en su concepción de que, para lograr el desarrollo de un país, lo primero que había que tener era independencia y soberanía plenas, y consolidar entonces su identidad cultural propia.

Así lo demostró luego del difícil desembarco del yate Granma, cuando tuvo que abandonar con dolor su maletín de médico, para cargar una caja de municiones y un fusil para volverse por siempre un combatiente. El Che fue un médico que se convirtió en soldado sin dejar de ser médico un solo minuto.

En fecha tan temprana como el 7 de octubre de 1959, a solo unos meses del triunfo revolucionario, el Che profundizó estas ideas, al afirmar, en una conferencia, que «la tarea de los poderes coloniales en todo el mundo ha sido siempre ahogar la cultura autóctona de la nación; destruir las creencias propias de un pueblo e inculcarle la cultura de su país de origen, sus costumbres… Se pueden ver siempre las tentativas de los poderes coloniales por transformarlo todo, adaptan todo a su tipo mental, formas de vida y de organización».

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