Redacción Informativa
El 2 de marzo de 1901 el presidente de EEUU, William McKinley, sanciona la Enmienda Platt, convirtiéndola en ley. Dicho documento es un apéndice al proyecto de Ley de los Presupuestos del Ejército aprobado por el Congreso de Estados Unidos, e impuesto como parte del texto de la primera Constitución de la República de Cuba.
Los principios fundamentales de la enmienda se recogían en carta de Elihu Root, secretario de la Guerra de Estados Unidos, al gobernador de Cuba, general Leonard Wood, quien a su vez los dio a conocer a la Comisión de Relaciones de la Asamblea Constituyente, encargada de elaborar el proyecto de relaciones entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos. Wood hizo su anuncio en el marco de una cacería en la Ciénaga de Zapata, a la que invitó a los miembros de la Comisión.
“Por supuesto que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt […] y lo único indicado ahora es buscar la anexión. […] No puede hacer ciertos tratados sin nuestro consentimiento, ni pedir prestado más allá de ciertos límites. […] Por todo lo cual, es evidente que están en lo absoluto en nuestras manos. […] Con el control que tenemos sobre Cuba, un control que pronto se convertirá en posesión, en breve controlaremos el comercio de azúcar en el mundo. Creo que es una adquisición muy deseable para Estados Unidos. La Isla se norteamericanizará gradualmente y a su debido tiempo contaremos con una de las más ricas y deseables posesiones que hay en el mundo”, decía la misiva.
En lo más profundo de la conciencia popular, la intromisión en los asuntos internos del país había resultado contraproducente. Laceraba la dignidad cubana. Al sentimiento de frustración derivado de la imposición de la Enmienda Platt, al cabo de tanta sangre vertida, siguió un proceso de afianzamiento de los valores de la cultura nacional. Los maestros mantuvieron viva la memoria de los héroes. El enfrentamiento a las dictaduras respaldadas por el imperio contribuyó a la radicalización en el campo de las ideas.