Por Pedro Antonio García

El combate de La Plata, al decir del Guerrillero Heroico, “constituyó nuestra primera victoria y tuvo cierta resonancia”.Fidel, ametralladora en ristre, lanzó una ráfaga contra la posta del cuartelito, una construcción rectangular de tablas y techo de zinc. Era la señal para que sus compañeros accionaran los 18 fusiles y dos ametralladoras que componían su armamento.

Dos rebeldes intentaron incendiar un rancho cercano donde se almacenaban cocos, pero fracasaron. Al final el combatiente Luis Crespo lo logró.

La luz de las llamas delató a un guardia batistiano que trataba de incorporarse, desde una casa cercana, al cuartelito. Cayó abatido por las balas rebeldes. Aprovechando el momento, otros dos huyeron en dirección al río. Su escapada fue exitosa.

Fidel ordenó alto el fuego. Ya de la casita de zinc no disparaban. De allí se oyó una voz que pedía salir con un herido. Se le autorizó hacerlo por el frente de la edificación, hacia un camino donde estaba apostado el grupo de Almeida.
Era el 17 de enero de 1957.

El escenario

La Plata es un pequeño llano costero de forma triangular. Hacia el centro de ese claro habían erigido el cuartelito, con el frente hacia el río que, a unos 200 metros, fluía con poca profundidad. Al fondo un bosque de anacahuitas cortaba el paso hacia el lomerío. Dos edificaciones se alzaban a la derecha: la casa del mayoral y el ya mencionado rancho de yaguas que servía de almacén de los frutos extraídos de un cocal aledaño.

La casita de zinc usada como cuartel era por aquellos días un apostadero de la Guardia Rural, habilitado para alojar una pequeña guarnición. En la fecha del combate estaban acantonados en La Plata unos 12 hombres, al mando de un sargento.

Para llevar a cabo el asalto al cuartelito, Fidel dispuso que Juan Almeida y seis hombres se apostaran por el norte, perpendicularmente al camino que conduce al lugar, mientras que por el oeste, ubicó a Raúl Castro Ruz, Ciro Redondo y tres rebeldes. Más a la derecha se situaron el propio Fidel, Che y otros cuatro combatientes. Cerraban la formación, por la extrema derecha, Camilo, Calixto Morales y Reinaldo Benítez, todos bajo el mando de Julito Díaz.

La rendición

Del cuartelito salió el soldado que había voceado antes, junto con un herido que sangraba profundamente por una pierna. Tras ellos, otros dos soldados más, ilesos. Raúl, al ver la gravedad del herido, le dio su pañuelo al que lo aguantaba para que le aplicara un torniquete, mientras a gritos pedía la presencia del Che para que lo atendiera como médico. Una vez que el Guerrillero Heroico empezó su labor de galeno, Raúl estableció un diálogo con el soldado. En su diario lo describiría como “un joven de no más de 25 años, de espejuelos, delgado, rubio, que cuando llegué donde estaba le pregunté qué grado tenía”. Aun choqueado por los acontecimientos, el soldado contestó: “Ba­chiller”.

Raúl sonrió y le aclaró que se refería a su grado militar: “Soldado”. “¿Por qué no se rindieron antes? Así hubiéramos ahorrado sangre derramada inútilmente por defender un gobierno ilegal y de bandidos”. El muchacho contestó: “Por­que pensábamos que ustedes nos iban a matar”. “Eso es lo que hubiera querido el gobierno, para abrir el odio entre no-sotros. Pero a fin de cuentas somos hermanos, y nosotros lamentamos la muerte de ustedes, jóvenes cubanos como nosotros. Ustedes combaten por un hombre, nosotros por un ideal”, le explicó Raúl.

Fidel, tras orientar que quemaran el cuartelito y todas las edificaciones del lugar, se dirigió al soldado: “Los felicito. Se han portado como hombres. Quedan en libertad. Curen sus heridos y váyanse cuando quieran”. El soldado no podía creer lo que oía. Cuando lo dejaron libre, se despidió de Raúl: “Anote mi nombre: Víctor Manuel Maché”. Apenas un año después ese mismo joven se fue al lomerío y solicitó su incorporación al Ejército Rebelde. Según testimonio del Che, terminó la guerra con el grado de teniente: Falleció en un accidente aéreo en los primeros años de la Revolución, totalmente integrado a ella.

Epílogo

El combate de La Plata, al decir del Guerrillero Heroico, “constituyó nuestra primera victoria y tuvo cierta resonancia […] Fue un llamado de atención a todos, la demostración de que el Ejército Rebelde existía y estaba dispuesto a luchar, y para nosotros, la reafirmación de nuestras posibilidades de triunfo final”.

Raúl, según las anotaciones de su diario de campaña correspondientes al 17 de enero de 1957, rebosaba de ese optimismo al cual se refería Che: “Nos despedimos de los prisioneros con un abrazo, soltamos a los civiles presos. Uno de ellos nos serviría de guía y nos encaminamos rumbo a Palma Mocha por un camino que bordea la costa. Desde lo lejos se veían arder sobre los cuarteles de la opresión las llamas de la libertad. Algún día no lejano, sobre esas cenizas levantaremos escuelas”.

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