Redacción Informativa
El 26 de Julio del presente año se conmemora el aniversario 69 del Asalto al Cuartel Moncada, heroica gesta que representa un hito decisivo en el largo batallar de nuestro pueblo por su plena liberación llamada, necesariamente, por su proyección y significado, a constituirse en ejemplo para los países de América Latina que luchan por alcanzare, como expresó nuestro Héroe Nacional José Martí, su segunda y definitiva independencia.
Frente a los círculos gobernantes de Estados Unidos, que mantenían el dominio neocolonial de la Isla, y sin la participación de los tradicionales partidos burgueses nativos, y obviamente contra los deseos de la alianza de unos a otros, una pequeña y resuelta vanguardia revolucionaria se lanzó por sorpresa al asalto de la segunda fortaleza militar del país con el objetivo inmediato de, una vez ocupada, armar a las masas e iniciar la gran rebelión del pueblo cubano.
Se abrió así otra página en la historia de Cuba: la de la acción armada como forma principal de lucha frente a la sangrienta tiranía de Fulgencio Batista y contra el yugo impuesto por Estados Unidos y sus monopolios explotadores a la nación cubana desde principios del presente siglo.
La acción de las armas sustentaba en un programa de orientación progresista en el que se concretaba las más importantes aspiraciones de transformación socio-económico y política posibles en la coyuntura nacional de entonces.
Acción y programa respondían al previo análisis marxista-leninista de las condiciones objetivas y subjetivas prevalecientes. Estas condiciones maduraron extraordinariamente a partir del golpe de Estado pro imperialista que tuvo lugar el 10 de marzo de 1952 con el fin de impedir que un partido mayoritario, de orientación reformista, llegase al poder a través de un proceso electoral, convocado en los marcos de la llamada “democracia representativa”, que el propio régimen burgués dependiente de Estados Unidos no respetó.
Como ha señalado el compañero Fidel Castro, mientras el imperialismo y sus lacayos enfilaban el grueso de sus baterías contra el heroico y pequeño partido de los comunistas cubanos, una nueva vanguardia – formada esencialmente por trabajadores, cuya superior jefatura sustentaba también las ideas del marxismo- leninismo– iniciaba el ataque por un flanco que, a la postre, daría traste con el sistema de explotación neocolonial.
El revés táctico sufrido el 26 de Julio de 1953, al no alcanzarse los objetivos militares previstos en la acción, no modificó los resultados históricos de aquel hecho, que se insertaron definitivamente en los anales de nuestro proceso revolucionario. Frente a los muros del Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, ciudad de larga tradición en nuestros precedentes combates independentistas, y la acción que simultáneamente se libró contra el cuartel de la ciudad de Bayamo, se abrió una etapa de lucha armada que no se detendría hasta el total derrocamiento de la tiranía pro imperialista en los albores de 1959.
De las filas juveniles del impetuoso movimiento popular revolucionario surgieron una dirección y una organización política que postulaban la acción decidida contra el orden antidemocrático y entreguista establecido. El incipiente movimiento revolucionario levantaba el programa expresado en la autodefensa del compañero Fidel Castro en el juicio por los hechos del Moncada, La Historia me Absolverá, Interpretación verdadera y consecuente del sentir de las masas y de las necesidades del país, que aglutinaría en torno a sí el más amplio frente de resistencia y combate populares.
La profunda convicción y la fe en las ideas que animaron el glorioso acontecimiento se impusieron y el Moncada se convirtió en antecedente y valiosa experiencia de dos hechos ulteriores decisivos: la expedición del Granma y la lucha guerrillera en las montañas, que sería la forma fundamental de la acción revolucionaria, y que contaría con el firme apoyo del movimiento clandestino que abarcaría todo el país.
Al enjuiciar el significado del 26 de Julio de 1953, el Informe Central al Primer Congreso del partido Comunista de Cuba en 1975, expresó:
“Esto no constituye un mérito particular de los hombres que elaboraron una estrategia revolucionaria que a la larga resultó victoriosa, ellos recibieron la valiosa experiencia de nuestras luchas en el terreno militar y político; pudieron inspirarse en las heroicas contiendas por nuestra independencia, rico caudal de tradiciones combativas y amor a la libertad en el alma del pueblo y nutrirse del pensamiento político que guió la revolución del 95 y la doctrina revolucionaria que alienta la lucha social liberadora de los tiempos modernos, que hicieron posible concebir la acción sobre estos sólidos pilares: el pueblo, la experiencia histórica, las enseñanzas de martí, los principios del marxismo-leninismo y una apreciación correcta de lo que en las condiciones peculiares de Cuba podía y debía hacerse en aquel momento ”.