Tomado de Invasor/20 de marzo de 2021
Las “ferias del libro por cuenta propia”, como un día las bautizó la siempre bien recibida doctora María Dolores Ortiz, tienen un feliz antecedente en la fundación de la librería La Moderna Poesía.
Además de reafirmar que las letras se apoderan del mes junto con el equinoccio de primavera, es una muestra de que en Morón se leía desde temprano, porque La Moderna Poesía abrió las puertas desde el 28 de marzo de 1913, y hasta hoy.
El nombre de Jesús Arias y la historia de Morón son ya indisolubles, porque fue a vender libros y a promover la literatura a lo que dedicó sus días. De ahí los buenos recuerdos que guarda hoy su hija Carmita, desde el alto segundo piso que se alza sobre las paredes de la institución.
De Jesús dice Héctor Izquierdo, historiador de Morón, que era un excelente vendedor porque conocía el producto como nadie. “A mí me vendió unos cuantos libros, y siempre conversábamos bastante”, comenta. Él también anda detrás de sus huellas sobre la vida cultural de la ciudad.
La Moderna Poesía es hoy la misma estancia de altos puntales y molduras de la fachada. 108 años han pasado por allí en libros y eventos. Ha visto la calle principal cerrada y abarrotada de kioskos, ha tenido días de sopor y de polvo sobre los libros.
En 2020, mientras el coronavirus mantenía las actividades culturales suspendidas, La Moderna Poesía no dejó de vender.
Entre los libros que cita Miguel Alejandro Lanz, administrador, como los de mayor demanda, están Había una vez, recopilación de cuentos infantiles, y Rayuela, del escritor argentino Julio Cortázar. Más recientemente se han sumado algunos de cocina, de alta calidad en contenido e impresión, editados por la Federación de Asociaciones Culinarias de Cuba y Selvi ediciones, en España. Se cuentan todos estos entre los casi 200 títulos recibidos el año pasado.
Los años no pasan por gusto, y la librería debe hoy ser suficiente para 70 000 habitantes, todos con un nivel de escolaridad que no soñaban los moronenses de 1913.
Para entonces, Morón apenas había conocido el primer cinematógrafo y el primer teatro, acababa de fundar el central Morón, hoy Ciro Redondo, y aún no tenía banco ni biblioteca. Empezaban a soplar aires de ciudad por el norte de Ciego de Ávila, y por las páginas de algún libro.