Por Arquímedes Romo Pérez

~La voz de Morón~ nacida en abril de 1931, se inserta en el diseño ya transitado de los precursores y mantiene las características artesanales propias de la etapa histórica: trasmisor de onda corta, sin máquinas reproductoras, ausencia de consola de audio y micrófono de carbón, mediante el cual se realiza todo tipo de programa.

A la hora de difundir la música debe hacerse colocando el micrófono delante de la bocina de la victrola o gramófono.

No existe propiamente un programa radial concebido o elaborado previamente; toda la obra está montada sobre la espontaneidad y el conocimiento del realizador.

Cuando 10 años después del mutis de la CMJP ingresa en el acontecer radial del municipio la CMJX, aún en gran parte del país se conservan las ideas iníciales y subsiste el criterio de realización artesanal, toda vez que hay una ausencia casi total de medios técnicos imprescindibles hoy para la creación artístico-radial. Gran parte de los programas que aparecen en la primera parrilla de Radio Morón, son ideas de los propios inexpertos trabajadores, y los mismos responden a los niveles culturales y creativos de sus creadores, todos formados empíricamente y sin previo conocimiento del medio.

A estos grandes obstáculos está sometida la incipiente obra artística, que dirigida a un universo receptor amplio, está marcado por la realidad social de la época: ignorancia generalizada, juventud sin futuro, mujeres dedicadas al hogar y discriminadas, campesinos y obreros sin posibilidades; así este público oyente recibe a la emisora haciéndola suya y, además de recibirla participa, escribe cartas, desea escuchar su nombre, busca el contacto y la amistad con esos nuevos amigos que llegan todos los días a su casa.

Los programas campesinos son los más escuchados y los poetas queridos y admirados, los espacios de música popular no cesan en reiterar los danzones de moda, mientras que el Locutor más popular de la nueva emisora, Rafael (Chicho) Morales, conductor de ~Meridano Campesino~, ~Tomando Hatuey~ y ~La Jamaicana Billetera~, se inmortaliza con otros dos espacios que ganan el favor de esa noble audiencia: ~En una esquina de México~ y ~Melodías del Plata~.

Conocedor de la masa de oyentes que lo acompaña diariamente y sigue sus programas, Morales se desdobla y, al igual que protagoniza el espacio de la Jamaicana Billetera, en función actoral, se traslada cada tarde imaginariamente, desde Morón al Distrito Federal y desde allí hasta ~Mi Buenos Aires querido~. En ambos espacios su expresión oral la lleva al nivel de un nacional de esos hermanos países latinoamericanos, México y Argentina, hace una aceptable imitación de las características entonacionales de ambas nacionalidades y deja una impronta que prende tanto en el radioyente que lo convierte en su ídolo.

En esta etapa donde impera lo comercial, cada espacio con audiencia comprobada aumenta su valor, sin que prime el concepto calidad. Lo primero en el sistema radial de la época comercializada es que la oferta guste, utilizándose para ello cualquier vía: crónica roja, chantaje, chisme, incultura, adulterio, etc, todo lo que ocurre en un sociedad sufrida y maltratada, tiene espacio en esta tribuna donde la marca, la entidad o el producto es lo más importante, no importa el valor del arte, ni la belleza del embalaje.

Hoy cuando estamos separados por más de medio siglo de los primeros tiempos del medio en Cuba, podemos percatarnos del mundo de ignorancia que la radio supera al recordar que, entre los programas más escuchados de toda la nación, está ~La guantanamera~ cuyo contenido no tiene otro atractivo que presentar, con toda su crueldad, el hecho de sangre más horroroso del día o ~El programa de Clavelito~, un poeta repentista intrascendente, que encuentra en un micrófono el modo de vida holgado y se hace famoso como adivinador, al hacer que todo el pueblo de Cuba coloque un vaso de agua sobre su aparato de radio y le pida sus deseos.