Aunque solemos llamarla “vitamina”, dentro del cuerpo la vitamina D actúa en realidad como una hormona. Es esencial para muchas funciones biológicas, pero su papel más conocido es el de ayudar a absorber el calcio, lo que la convierte en un pilar fundamental para la salud ósea.

También interviene en el funcionamiento del sistema inmunológico, el estado de ánimo e incluso en la salud del cerebro. La falta de esta vitamina, que es más común de lo que se cree, puede pasar desapercibida durante mucho tiempo, ya que sus efectos aparecen poco a poco.

La fuente principal de vitamina D es la exposición al sol. Cuando los rayos del sol tocan la piel, desencadenan una reacción química que comienza su producción. Con solo entre 5 y 15 minutos de sol directo en brazos y rostro tres veces por semana, es posible cubrir buena parte de las necesidades diarias, siempre con precaución de no quemarse.

Sin embargo, factores como el uso de protector solar, la ropa, el color de piel, la edad, la ubicación geográfica y la época del año influyen mucho en esta capacidad de producción.

La vitamina D se encuentra de manera natural en muy pocos alimentos, por eso se suele reforzar con suplementos o alimentos fortificados. Entre las mejores fuentes naturales están los pescados grasos como el salmón, el atún o la caballa, además del aceite de hígado de bacalao, la yema de huevo, los hongos expuestos al sol y el hígado de res.

/Tomado de CubaSí)

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