Siempre queda algo que hablar sobre Alejo Carpentier. No solo hay que mencionar las obras icónicas, sino su cercanía con la gente. Pareciera que el escritor que junto a Lezama hizo del neobarroco su expresión por excelencia no estaría interesado en que se le entienda, pero lo cierto es que él creó un ritmo a partir del cual podemos decodificarlo y colocar esos matices a debate.

Carpentier ha sido el impulsor de la estructura musical en la literatura y en esa línea hay que situar obras de una lectura irreverente de la historia del arte como lo es Concierto Barroco. Para el autor, no solo está la necesidad de expresar lo nuestro americano, sino de que ello sea validado en los códigos de una alta cultura que no se distancia del pueblo, que va al pueblo y que finalmente es pueblo.

El escritor de élites reflejó al hombre y la mujer diversos en su más entrañable espectro y por eso podemos construir toda una consecuencia positiva a partir de las imágenes sin duda poéticas. Si Lezama era la desmesura que halla en la belleza su éxtasis, Carpentier era la razón cartesiana que se expresa a partir de la metáfora.

Y es que a veces, cuando nos acercamos a esas obras, creemos que hay que pasar por todo un periodo de formación riguroso, pero nada más alejado de la realidad. La construcción del universo de lo narrado ha tenido en cuenta la existencia de los planos de perspectiva y así un obrero puede leer a Carpentier y sentirlo cerca, tanto como si lo hace un académico que estudia determinada área de la literatura, la lingüística, el discurso, la historia o la ideología.

Hay calidez en las obras, hay una luz que persiste en no dejar zonas oscuras ni sitio al desasosiego. En ese mismo sentido, Carpentier desata la catarata de imágenes que, no obstante, no se desbordan, sino que fluyen en un diseño original, único, evidentemente sabio.

(Autor: Mauricio Escuela Orozco)

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