Es loable el hecho de que el Premio Nobel de la Paz 2024, se le haya conferido a la organización japonesa Nihon Hidankyo, que agrupa a los sobrevivientes de los bombardeos atómicos realizados por Estados Unidos contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Esta debiera ser una advertencia para quienes incentivan las guerras y exacerban un clima cada vez más propicio para el uso de estas armas en los candentes conflictos actuales.
Los ahora reconocidos con el Nobel son llamados «hibakusha», e identificados como recuerdos vivientes de aquellos hechos de horror, cuyos ejecutores nunca han sido castigados por los organismos internacionales.
¿Habrá diferencias entre quienes murieron a causa de las bombas atómicas estadounidenses, y las víctimas de la masacre que comete Israel, el mayor aliado de Estados Unidos en el mundo, contra la población palestina en Gaza y Cisjordania, de sus ataques contra el Líbano y Siria, y de sus amenazas a la República Islámica de Irán?
Aunque la mayoría de los sobrevivientes de aquel horror en Japón pasa de los 80 años de edad, no pierde la esperanza de que lo ocurrido en su país, en 1945, no se reproduzca jamás en ningún lado de la Tierra.
Ahora que es tan tensa y asfixiante la realidad, debiera no olvidarse que Estados Unidos, cuando lanzó sobre Hiroshima y Nagasaki las bombas nucleares –sin razón alguna pues ya la Segunda Guerra Mundial expiraba–, asesinó a más de 210 000 personas por los efectos directo, de ambas explosiones, y otros miles fueron, y siguen siendo, afectados de por vida por la radiación a la que fueron expuestos durante los mortíferos ataques.
Conocida la noticia sobre el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz, Dan Smith, director del Instituto Internacional de Investigación para la Paz, de Estocolmo (Sipri), en una entrevista con cnn reaccionó sugiriendo que el premio este año no debería ser otorgado, «por la incapacidad de los organismos mundiales de detener las guerras en el mundo, principalmente en Gaza, donde Israel ha matado a más de 42 000 palestinos».
Según el Director del Instituto de Paz, «no entregar el premio de este año enviaría el mensaje de que las instituciones del orden mundial parecen incapaces de reducir el conflicto, y resaltaría la deficiencia en la política mundial en este momento».
(Tomado de Granma)