Circunstancias adversas han caracterizado a muchos procesos en los que delegados elegidos por el pueblo rinden cuenta de su gestión, a pie de circunscripciones; momento en el que, además, informan a los electores y escuchan sus criterios, preocupaciones…Nadie negaría que la coyuntura actual puede clasificar entre las más difíciles en el orden económico, financiero, material y de satisfacción de necesidades básicas para la población cubana.

Nunca antes, sin embargo, ese elemento ha sido directamente proporcional a la asistencia y participación que suele distinguir a esas reuniones, a las cuales ningún vecino está obligado a ir, y mucho menos a faltar, sobre todo si espera por respuesta a algún planteamiento hecho anteriormente, o si siente la necesidad de formular uno nuevo.

Por lo que he podido apreciar en vivo y directo, y escuchar o percibir en medios de comunicación, el proceso que despega hoy en todo el archipiélago (hasta el 15 de noviembre) no apunta a ser excepción en tal sentido.

Sé de muchos lugares cuyas asambleas municipales, en línea con la provincia, han realizado una buena preparación del delegado, como elemento fundamental para que todo transcurra correctamente, y para propiciar una integración comunitaria de factores que no pueden estar ajenos al asunto.

Atrás quedaron los tiempos en que la existencia de recursos permitía agilizar soluciones, avanzar más. Aun así, no deben ser las escaseces motivo de desaliento o de inercia para nadie.

Mantienen los buenos delegados suficiente capacidad para seguir moviendo cielo, mar y tierra, tocando puertas o no conformándose con una respuesta inconclusa o no convincente, si de verdad desean resolver problemas o situaciones que angustian, preocupan o perjudican a su gente.

Y saben, a su vez, quienes viven en el barrio, que para algunas cosas y casos no hay que acudir, ocupar o «molestar» a nadie, porque la solución puede ir perfectamente «por casa».

Lo irá demostrando, poco a poco, el desarrollo de asambleas en todo el país.

Como en otras ocasiones, puede haber –claro que sí– mentes oscuras añorando apagones que nadie desea u otras adversidades para que se afecte la reunión o la asistencia a ella.

Solo que, como siempre, los que nunca fallan, los agradecidos, la gente que jamás echa para atrás, saldrán de sus casas, bajarán las escaleras del edificio multifamiliar o subirán la loma para ver si el delegado está –y continuará– haciendo lo que de él espera todo el que lo eligió.

Es, sencillamente, un deber de este último, y un derecho al que no van a renunciar, así como así, los primeros.

A partir de hoy día 20 –como dijo orondo aquel mambí en el escenario de la histórica Protesta de Baraguá, protagonizada por Antonio Maceo– «se rompe el corojo». Y, a diferencia de entonces, no tengo la menor duda de que delegados y electores dirán: «Sí nos entendemos».

(Tomado de Granma)

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