Todavía admira la inmensidad del objetivo y lo efectivamente logrado cuando se mira, como se hace por estos días, al periódico Patria, fundado por José Martí y cuyo primer número saliera a la luz en Nueva York el 14 de marzo de 1892, inmerso ya el Apóstol en los preparativos de la Guerra Necesaria.
“Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras”, definía el pensamiento meridiano de aquel patriota, quien era un connotado escritor y periodista de reconocido prestigio en varios países del continente, ganado en plazas de América Latina y como corresponsal en la referida ciudad norteña.
Llegado el momento de asumir con mayor intensidad el camino que consideraba prioritario para alcanzar la libertad de Cuba, una guerra final, rápida y eficiente, Martí probó que no haría dejación o elección excluyente de alguna cosa por otra, como a veces se ha creído, sino sumatoria, ensanchamiento de su quehacer.
Eso sí, algunas cuestiones debían ceder tiempo y prioridad a otras.
En efecto, la complejidad era parte de su inteligencia brillante, su madurez ideológica y política, y sus principios, sin contar con el extra de los sentimientos, el amor inmenso a la Patria con el cual parecía haber nacido.
Solventado con la ayuda y sacrificios de tabaqueros cubanos emigrados en Tampa, Estados Unidos, país donde residiera el Apóstol de la Independencia por espacio de unos 15 años, “Patria” tenía la misión sagrada entre otras de influir en alcanzar y hacer fuerte la unidad que ayudaría a forjar conciencias y buscar recursos de los patriotas de la Isla y el exilio, de todos, para lograr la soberanía de la Isla.
De acuerdo con estudiosos, el Maestro nunca definió explícitamente que “Patria” fuera el órgano oficial del Partido Revolucionario Cubano, e incluso antecedió a la organización política que fundara el 10 de abril de ese mismo año.
Pero es evidente que ambos formaban parte del mismo proyecto y tenían similares objetivos, de modo que no hizo falta ninguna declaración al respecto, pues su coherencia fue un hecho innegable.
Y “Patria” desplegó un trabajo convocante, movilizador y aglutinador a favor de la independencia de Cuba y también de la de Puerto Rico.
No solo son políticos o ideológicos los perdurables valores de esa publicación, pues gana consenso la opinión de entendidos que la consideran el mejor exponente de la creatividad martiana dentro del periodismo, en el cual también se le atribuye al autor el aporte sobresaliente de haber inaugurado una nueva escritura con sus crónicas y ensayos.
Ello se corresponde con el celo por la objetividad y la profundidad de los análisis vertidos por su director y fundador, superiores siempre a los sentimientos patrióticos o emociones que el hecho de estar tan raigalmente implicado pudiera imponerle.
Había una total avenencia entre los ideales de la causa independentista, las aspiraciones de la nueva república libre a forjar, con la verdad, la crítica constructiva, la hermandad, la unidad a preconizar para alcanzar la victoria, por encima de miserias humanas.
Todos los valores raigales acerca de la libertad, la justicia y el mejoramiento humano en los cuales Martí siempre creyó, aun en medio de las durezas del exilio, latieron en “Patria”.
No se podía esperar algo diferente de quien, en su adolescencia, hiciera pininos en el periodismo al fundar en 1869 El Diablo Cojuelo y La Patria Libre; a partir de 1881 también había sido Corresponsal con letras mayúsculas de los diarios La Nación, de Buenos Aires; La Opinión Nacional, de Caracas; El Partido Liberal, de México; así como de diarios chilenos y de Uruguay.
Al fundar el mencionado medio en 1892 estamos en presencia de un Martí maduro y progresivamente evolucionado, tal y como prometía desde sus primeros años.
Cumplió entonces sus funciones en ese órgano que salía cada sábado, circulaba entre los revolucionarios del exilio y era enviado a Cuba de manera clandestina.
El Apóstol asumió ese compromiso auto impuesto a muerte. Y a pesar de que escribir no era su principal misión respecto a la preparación y organización de la Guerra Necesaria, que ocupaba el centro de su existencia por entonces, siempre encontró tiempo para su periódico.
Con ello llevaba a la práctica un periodismo sin vínculos con el mercantilismo de la mayoría o, mejor dicho, todos los demás de la época, pero que tampoco era encartonado ni panfletario, porque hablaba con la verdad y la razón, y apelaba a los sentimientos en el momento justo.
Fue tajante al no aceptar fondos de origen sospechoso o emitidos por personas o entidades no afines con la causa cubana a la hora de crearlo. Los tabaqueros de Tampa y Cayo Hueso donaron el 10 por ciento de su salario para solventar los costos de esa publicación, una muestra de amor y sacrificio.
En cuanto al estilo de presentación tenía el formato de lo que hoy se conoce como tabloide, con cuatro páginas a cuatro columnas, y un tamaño poco usual en la actualidad (52 x 36 cm). Era distribuido principalmente por correos.
Desde su primera tirada se publicaron las Bases del Partido Revolucionario Cubano y un artículo de Martí: Nuestras ideas, en el cual enunciara que “Patria” nacía para juntar y amar, y para vivir en la pasión de la verdad. En el texto proclama igualmente la necesidad impostergable de alcanzar la independencia y la libertad mediante la guerra.
Entre los colaboradores más cercanos a su redacción estuvo Gonzalo de Quesada, amigo de Martí, y el puertorriqueño Sotero Figueroa, tipógrafo y buen escritor, muy estimado por El Maestro por su estilo incisivo, a quien admiraba mucho por el filo de su pluma.
Además, Manuel Sanguily, Francisco de Paula Coronado, Diego Vicente Tejera y Bonifacio Byrne.
Los estudiosos del pensamiento y accionar del Héroe Nacional de Cuba saben de la fe enorme que puso en “Patria”, pues lo creía imprescindible para la movilización y educación de los patriotas cubanos.
Él quería influir decisivamente y así lo cumplió, en la forja de un modo de pensar que estableciera la unión como un concepto a preservar en su cotidianidad por todos, como un principio sagrado, en aras de evitar que volviera a repetirse la nefasta experiencia de la Guerra del 68.
También, secretamente como se supo después, lo usaba para alertar o no permitir posibles influencias o injerencias de la poderosa nación norteña donde residía, a la cual le conoció perfectamente “las entrañas”.
Es por ello que el 14 de marzo, desde 1992, los trabajadores de la prensa nacional celebran su día, como la mejor forma de honrar la antorcha encendida en múltiples sentidos por “Patria”. El reto es enorme, pero los sucesores actuales lo asumen con similares valores a los enarbolados por el Maestro.
(Por Marta Gómez Ferrals)