El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, anfitrión de la XVII Cumbre del BRICS, saludó efusivamente, en Rio de Janeiro, a su similar cubano, Miguel Díaz-Canel, con un abrazo y apretón de manos.

En la jornada vespertina de la sesión inaugural del foro, celebrado por primera vez en tierras suramericanas con la participación de los cinco miembros fundadores del bloque, y de otros 15 países, entre ellos nueve en calidad de socios que amplían los bordes del Sur Global.

Cuba integra la lista de estos últimos con un protagonismo por su resistencia a prueba todos los días, bajo el cerco más prolongado de la historia, impuesto por varias administraciones de Estados Unidos desde hace más de 60 años.

Para muchos en el carioca Museo del Arte Moderno, el gesto de Lula no fue un simple saludo, sino una afirmación política, desde los años en que compartía tribunas con el líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro (1926-2016), en Porto Alegre o en las reuniones del Foro de Sao Paulo.

El fundador del gobernante Partido de los Trabajadores ha visto en Cuba no solo un símbolo de firmeza, sino una voz insoslayable del Caribe y América Latina en foros multilaterales. Sin hablar, Lula dejó entrever con su saludo que Cuba, víctima de un bloqueo injusto por más de seis décadas, está aquí, de pie, hablando por muchos pueblos.

Analistas consideran que invitar a la isla a esta cumbre fue un acto de soberanía diplomática, pero también una reivindicación de la integración regional.

Cuba, más allá de sus desafíos internos, sigue siendo la fuerza política más influyente del Caribe insular, con una historia de solidaridad internacional que le granjea respeto en África, Asia y América Latina.

(Fuente: Prensa Latina)

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