Entre la escasez y los altos precios de lo que se encuentra; los apagones, la situación con el agua, la basura que se acumula, y tantos otros problemas, resulta difícil, para muchos, entender por qué Ciego de Ávila se ganó la sede del 26 de Julio.

Sería demasiado ingenuo quien pretenda obviar esa parte de la realidad nacional y, por ende, avileña.

En una conversación entre colegas, y lo aclaro porque se supone que entre periodistas los análisis deben ser objetivos, le pregunté a uno que, con el ceño fruncido, escuchaba, cuál era su referente de prosperidad en la provincia, y, mucho más rápido de lo que pensé, me encaró conque antes de la pandemia de la COVID-19, por allá por 2019 o 2020. Eso mismo respondería la mayoría, si decidiéramos hacer una encuesta; incluso, habría quienes agregarían que como estábamos justo antes de la Tarea Ordenamiento.

Ese referente, por supuesto, tiene que ver con la manera brusca en que vimos caer nuestro nivel adquisitivo frente a un mercado estatal desabastecido y una inflación que amenaza con no ceder un ápice. Así, es difícil pensar diferente; más, si nos acogemos a aquella máxima, por años enarbolada, de que lo que importa es el resultado y no el esfuerzo.

Algo similar nos sucedería si intentáramos compararnos con la década del 80 del pasado siglo, cuando el extinto Consejo de Ayuda Mutua Económica (por sus siglas, CAME) y la también desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), nos garantizaba una vida, si no de riquezas, mucho más holgada y equitativa.

Pero no, esos no pueden ser los referentes, porque, evidentemente, no podríamos percibir lo que con tanto esfuerzo se hace para, paso a paso, echar p’alante y salir de una crisis económica acrecentada por nuestras propias ineficiencias, el recrudecido bloqueo estadounidense, y una situación mundial —aunque obviada por muchos— cada vez más compleja.

Para comprender, para intentar compartir la alegría de haber sido reconocidos a nivel de país, hay que mirar el presente, analizar lo que se logra mes tras mes, semana tras semana y día tras día; porque, en medio de tantas limitaciones, que serían interminables si pretendiéramos listarlas, hay un pueblo que se levanta cada mañana, después de una noche de apagones, y hasta sin desayunar en muchos casos —lo que no es para regocijarnos, claro—, para echar a andar nuestras industrias, hacer “parir” nuestros campos, e instalar el último panel solar de uno de los parques fotovoltaicos,de los cuales aún no conseguimos ver sus beneficios.

Para comprender hay que llegar a una escuela y percibir la abnegación de cada docente que, en muchos casos, sin dormir parte de la noche por el calor, hace brotar el conocimiento y siembra la esperanza en cada lección que imparte; o a una institución de Salud, en la que faltando algo tan básico como una Dipirona para bajar la fiebre, el galeno saca de adentro aquello que lo hizo hacerse médico, y busca cómo aliviar el malestar, cuando curarlo se le torna imposible.

Para comprender habría que llegarse a empresas como la agropecuaria La Cuba, y encontrarse con miles de toneladas de alimentos, luego de haber devuelto el esplendor a tierras que por años fueron ejemplos en niveles de producción y, tras la crisis multicausal, se hizo literalmente polvo.

O, si el transporte te lo permite, ir hasta el municipio de Bolivia, y preguntarles a los trabajadores de la Agroindustrial de igual nombre a cuánto asciende su salario; y a los pobladores, cómo repercuten los índices de eficiencia de esa empresa en su alimentación, sobre todo con soluciones alternativas.

Habría que adentrarse en el sistema de trabajo del Partido y el Gobierno para entender cómo funcionan los padrinos de las circunscripciones; cómo disimiles organismos e instituciones suplen, con el cambio de labor de cada viernes, lo que debiera lograr Servicios Comunales, pero que le resulta imposible ante el déficit de equipos, combustible y recursos humanos.

Habría que estar en una reunión en la que se chequean los servicios vitales, para valorar el esfuerzo que se hace porque las afectaciones a la población sean las menores posibles.

Aún así, habría quienes no entenderían por qué en la nota publicada con el anuncio de la sede del 26 de Julio dice: “Este territorio mantiene estabilidad en el cumplimiento de las principales tareas en los ámbitos económico, político y social, a lo que ha contribuido el sistema de trabajo y coordinación de las estructuras del Partido y del Gobierno con el pueblo, donde destaca la participación activa de las nuevas generaciones como expresión de continuidad”.

Y es totalmente entendible, porque mientras esa estabilidad no la perciba el pueblo en su bolsillo, en su mesa, en la higiene comunal, en los servicios de Salud…, hay que seguir repensando los modos de hacer, y de comunicar.

/Autor: Roberto Carlos Delgado/

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