Bandera Cubana. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

Que logremos, ante todo, mirarnos a nosotros mismos. Con una mirada realista, ajena al triunfalismo y al desánimo. Con una mirada autocrítica y generativa. Nadie es perfecto. Nada es perfecto. Pero si es bueno, anda por un mejor camino.

Que encontremos y hagamos valer, una línea conjunta de deseos que integre los de todos y los de cada quien. Diversa, plural, pero integrada. Teniendo la misma Historia, tenemos historias disímiles. Lo diverso nos enriquece. Nos hace fuertes para enfrentar los retos de la vida.

Que logremos superar la actual policrisis, porque nos hace mucho daño. Las faltas básicas golpean duro sobre las ilusiones. Entonces, el desespero entra en la escena y convoca a la decepción, al desengaño. Es humano, legítimo y comprensible. Que pensemos en el futuro proveyendo un presente más inspirador. Alcanzar el futuro deseado pasa por lograr el presente necesitado.

Que el trabajo sea fuente suficiente para la satisfacción de las necesidades materiales y espirituales. Que el bienestar sea un factor común inclusivo. Que las prácticas mercantiles tributen a esto y no impongan accesos excluyentes para unos pocos. La injusticia no siempre nace de las malas intenciones. A veces lo hace de las malas decisiones. Que no tarde más la rectificación, que la instauración de errores y distorsiones. Que las exigencias de época no nos conduzcan por los malsanos caminos de la inequidad. Que sepamos poner freno a la corrupción, al ventajismo. Son arquitectos perversos del malestar.

Que no convivamos con las justificaciones de los fracasos, de lo que no se logra, aun cuando sean estas verídicas, poderosas, contundentes. Esto no las hace menos justificaciones y jamás una justificación llevó al éxito. Necesitamos que la convicción abone el camino de la prosperidad, que seamos capaces de acercar más el universo intencional de las palabras, a la realización cotidiana. Realizar el paso de la palabra a la mesa. Hasta la más fuerte decisión puede flaquear ante las rispideces decepcionantes del día a día. Y aunque flaquear no es ceder, es un paso en el camino. Eso sí, siempre reversible.

Que los impactos emocionales de la crisis, no cosechen malestares reincidentes, de los que se reproducen a sí mismos y se multiplican. Que las frustraciones, los sufrimientos y las incertidumbres no encuentren vía de escape en las conductas autodestructivas. El camino es el afrontamiento, no la evasión. El dolor no es evitable. Pero el sufrimiento derivado sí lo es. Y en buena medida depende de cómo gestionamos el dolor. No importa tanto estar de acuerdo con este axioma, pero sí entender que el dolor puede ser encauzado por vías destructivas o por vías constructivas. La proactividad mejor que el pasotismo. Nadie se merece la entrega, porque es una mala opción. En palabras del médico austriaco, Viktor Frankl, “las circunstancias de la vida pueden despojarnos de muchas cosas, menos de una: la libertad de elegir cómo responder a esas circunstancias”.

Que podamos detener el éxodo que debilita a la familia, que deja a personas solas en el último tramo de sus vidas. Ya sé que no desamparados. Pero sí algo bastante parecido. El éxodo es un efecto. Pero es también causa. Y con frecuencia supone desgarramiento familiar, por mucho que uno piense que los hijos y las hijas deben hacer su vida cómo y dónde lo entiendan, sin renunciar a los afectos primarios. El éxodo resta, más si se acompaña de baja natalidad. No podemos permitir que se pierda la fuerza restitutiva, creadora. Nuestra identidad descansa en los cubanos y las cubanas. Las familias han de multiplicarse y multiplicar nuestra identidad, nuestra cultura, nuestra espiritualidad. Perder la espiritualidad, la cubanía (esa vocación de ser cubano) es desaparecer, es caer “en trance de suicidio”, intertextuando a Don Fernando Ortíz.

Que el pesar distante, sea cercano. El de nuestro coterráneo y el de más allá. Que sintamos como propio el dolor ajeno, la injusticia en cualquier lugar que emerja. Cualquier lugar del mundo hoy, mañana podrá ser el nuestro. Que asumamos que la vulnerabilidad no es una condición imbatible. Es creada y alimentada por la complicidad activa o pasiva. Que las diferencias no fomenten injusticias. Que seamos capaces de disminuirlas con la solidaridad, el altruismo, junto a la distribución equitativa.

Que la creatividad ocupe los más importantes desafíos de nuestra vida. Y junto a ella la innovación, el crearnos desde lo que somos, sin ser sustituidos ni por inteligencias artificiales, ni por ignorancias reales. Que seamos capaces de asumir la constancia, porque solo ella conduce al destino deseado. Que abramos paso y abracemos las ciencias implicadas con el desarrollo humano, las que pongan en el centro de sus empeños la utilidad de la virtud. El derecho al saber es inalienable, porque de él se construye la voz necesaria, la que nadie debe ni puede acallar. Decir mejor, que callar. Decir con conocimientos, mejor que solo decir.

Que lo hagamos juntos. El modo mejor de enfrentarse al futuro es hacerlo juntos. Los que no pueden, que cedan el paso a los que sí podrían. Los que no quieren, que se aparten y dejen pasar a lo que sí quieren. Los que no saben, a los que saben. Los que no pueden hacer que se haga, a los que al menos deberían tener la oportunidad de intentarlo. Los remplazos y la sustitución son inevitables en la vida, porque ella es esencialmente renovación.

Que asumamos que lo posible no es solo una condición de las circunstancias. Lo es. Pero no solamente. Lo posible es también una capacidad de las personas, de los seres humanos. Es cierto que “somos nosotros y nuestras circunstancias” parafraseando a Ortega y Gasset, pero también es cierto, ahora con Sartre, que “somos lo que sepamos hacer con lo que han hecho, o tratan de hacer, con nosotros”. Lo posible depende de nosotros en nuestra circunstancia, de nuestras decisiones, de nuestra inteligencia: “Sobre la tierra no hay más que un poder definitivo: la inteligencia humana. El derecho mismo, ejercitado por gentes incultas, se parece al crimen… La inteligencia da bondad, justicia y hermosura: como un ala, le levanta el espíritu… Del puñal hace espada, de la exasperación, derecho; del gobierno, éxito; de lo lejano, cercanía”, sentenció Martí.

Que con inteligencia y sentimientos nobles, los cubanos y cubanas seamos capaces de construir la Cuba que queremos, la que nos merecemos, la que “nuestros padres nos ganaron de pie” (Villena)

Que esta Desiderata incite al pensamiento y al respeto, a la comprensión y la empatía, al compromiso activo, a la unión, a la acción. Que crezca sumándose a las Desideratas de todos y todas.

/Autor: Manuel Calviño/

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