No hay tema ajeno al arte, y los géneros existen precisamente para ofrecer miradas diversas sobre cualquier asunto. De ahí que resulte saludable sumarse a la polémica y afirmar que Las reglas de Rodo (Domingos en la noche, Cubavisión) acierta al contar la historia de un personaje neurodivergente desde la comedia.

El tono no disminuye la trascendencia ni la sensibilidad del tratamiento; por el contrario, facilita que el espectro de lo humano —amplio, variado, complejo— se muestre sin solemnidades innecesarias. Abordar un personaje con síndrome de Asperger, parte del trastorno del espectro autista (TEA), ayuda a normalizar realidades que suelen permanecer ocultas o estigmatizadas. La serie recuerda que la condición autista no debe ser tabú, sino una forma legítima —y singular— de percibir el mundo.

La producción asume el tema con responsabilidad y evidente investigación. Magda González Grau, su directora, explicó que el equipo consultó especialistas, metodólogos y experiencias reales para lograr una representación verosímil y respetuosa del Asperger. No se trata de crear un manual científico —la ficción no está para eso—, sino de ofrecer una mirada honesta, que evite estereotipos y se sostenga en información sólida.

A una obra audiovisual no hay que exigirle terminología académica, phay que exigirle terminología académica, pero sí sensibilidad y coherencia; y Las reglas de Rodo responde, además, con rigor dramatúrgico, soltura narrativa y un diseño de personajes pensado con detalle.

La estructura narrativa de la serie es una de sus principales fortalezas. Se vale de exploraciones visuales y sonoras del mundo interior de Rodo para traducir artísticamente su percepción de la realidad.

Nada de ello es arbitrario: son decisiones estilísticas orientadas a expresar la experiencia neurodivergente de manera accesible y memorable. La dirección de Magda González Grau —respaldada por su trayectoria y por un equipo afinado— logra un acabado que debería marcar pautas en la televisión nacional. Investigación y estética dialogan con equilibrio, sin estridencias ni artificios.

El guion, escrito por Amílcar Salatti, adopta una mirada optimista sin evadir los conflictos. Rehuye el dramatismo fácil y apuesta por una comedia que ilumina el tema sin trivializarlo. Los logros pequeños, las rutinas y las reglas que Rodo establece para organizar su mundo se convierten en materia dramática, pero también en celebración.

La serie encuentra humanidad en lo cotidiano, en los progresos mínimos, en los silencios que dicen tanto como las palabras.

Todos los elementos formales acompañan esa intención: la fotografía, el uso del color, los silencios, los sonidos sutiles que evocan el universo interior del protagonista. La visualidad es sobria, limpia, nunca grandilocuente.

El reparto, por su parte, sostiene la historia con cohesión. Ignacio Hernández Casado logra una interpretación precisa de Rodo, cuidando gestos, lenguaje corporal y modulación.

Importante es el uso responsable del lenguaje y la conceptualización del TEA. Hablar de neurodivergencia exige evitar clichés, reconocer la diversidad interna del espectro y emplear términos adecuados. La serie parece asumir ese deber con cuidado, en consonancia con su enfoque artístico y su vocación social.

Las reglas de Rodo es un acierto creativo y un aporte a una televisión más inclusiva, empática y humanista.

/Autor:Yuris Nórido/ CubaSí/

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