La infancia debería ser un territorio sagrado.Un espacio de tiempo donde la inocencia, el juego y el descubrimiento del mundo se den la mano, libres de presiones adultas. Sin embargo, en la actualidad, este espacio está siendo invadido y vulnerado por un fenómeno alarmante: la hipersexualización de las infancias.
La imposición prematura de una mirada adulta y sexualizada sobre niñas, niños y adolescentes, se manifiesta cuando se les viste como adultos en miniatura, con ropa, poses y actitudes que imitan estereotipos de seducción propios de la publicidad o el entretenimiento para adultos.
Es la presión por cumplir con cánones de belleza irreales desde una edad temprana, la normalización de maquillajes intensos o procedimientos estéticos en preadolescentes, y la exposición a contenidos inapropiados.
Este fenómeno no surge de la nada. Está impulsado por una conjunción de factores: la publicidad y el consumo. Una industria que ve a los niños y a las niñas como un mercado lucrativo, vendiendo productos (ropa, juguetes, cosméticos) que perpetúan una imagen sexualizada.
Expertos cubanos, como la Dra Patricia Arés, alertan desde la psicología sobre los problemas que surgen en torno al físico de los niños, asegura que este fenómeno puede ser nefasto para su correcto desenvolvimiento emocional. Aparecen sentimientos como la ansiedad o la depresión, incluso la baja autoestima y desencadenar embarazos adolescentes, abusos sexuales infantiles y trastornos alimenticios como la bulimia o la anorexia.
El hacer énfasis en estos atributos eróticos desde muy temprana edad influye en el rendimiento personal, por lo que la sexualidad queda condenada a un único parámetro válido que seria el atractivo sexual.
Los medios y las redes sociales en innumerables ocasiones son quienes empuñan la espada que permite viralizar contenidos que borran la línea entre lo infantil y lo adulto. La cultura del espectáculo crea consecuencias profundas y dañinas; y el impacto de esta adultización prematura es devastador para el desarrollo integral de las infancias.
Proteger los más pequeños de casa es una responsabilidad colectiva. No se trata de satanizar la exploración de la identidad o el interés por la moda, sino de garantizar que estás se den en un marco apropiado para su edad.
Es deber de las familias, las escuelas, los medios de comunicación y la sociedad en su conjunto de fomentar una mirada crítica hacia los contenidos que consumimos y compartimos.
/Autor: Maybeline Caridad Matamoros Alvarez/