Hace mucho tiempo ser zurdo no era bien visto, incluso condenado y castigado. No hace tanto de eso, en realidad. Se recuerda cómo en la escuela primaria, allá por los años 50 del siglo pasado, la maestra le golpeaba con una regla o la ponía de penitencia para que cambiara de mano porque no estaba bien ser de otra forma que diestro.

Claro que era ignorancia y maldad, como suele suceder con mucho de lo distinto o minoritario. Pero aquella maestra rural no comprendía que la diferencia no es monería y no es sano reprimirla-

Está demostrado que esta actitud de represora puede dificultar la coordinación y retrasar el aprendizaje.

Ser zurdo es un impulso. Investigaciones al respecto indican que tiene elevado componente genético la predominancia del uso de las extremidades del cuerpo. Por tanto, puede que la zurdera sea hereditaria.

Esta inclinación viene determinada por el cerebro. Claro, es donde se genera la orden, como todo en nuestro organismo, y por tanto, obedecemos. Por eso resulta una aberración contener esa habilidad que tiene alto por ciento de estar relacionada con una manifestación biológica, con la manera que encontró el sistema nervioso de organizarse.

Es real que la vida práctica está diseñada por diestros. Los zurdos se adaptan, pero en no pocas ocasiones con incomodidad. Por ejemplo, es inusual que encuentren pupitres, tijeras o abrelatas para ellos y muy común que se manchen las manos por la orientación de la escritura. Esto puede generar complejos y frustraciones, sobre todo en la niñez porque ya luego encuentran acomodo y hasta aprenden a dominar el mouse de la computadora.

/Tomado de CubaSí/

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