Hay a quienes les cuesta entregar una caricia. Son los llamados popularmente “secos”, “desamorados” y calificativos similares. Durante una entrevista, la licenciada Ofelia Bravo, quien trabajara en el del Centro Nacional de Educación Sexual, habló de ciertas personas que, por timidez o una educación carente de afecto, no saben, aunque lo deseen, manifestar sus sentimientos y emociones.

Otro caso es el de los que no quieren en realidad a sus parejas y las utilizan solo como compañía sexual.

Saber diferenciar ambas posiciones resulta vital para los amantes. De la segunda –por lo general, las caricias surgen como expresión del deseo y únicamente durante la unión sexual íntima–, poco podrá cambiarse; por el contrario, si dos seres se aman, lograrán con el tiempo enseñar-aprender la maravilla de las palabras y de los gestos tiernos.

Muchas veces los parcos en caricias ni siquiera imaginan lo que, tanto en el plano espiritual y cotidiano como en el erótico, estas representan. Las encuestas señalan mayor “reserva” entre los hombres (¿acaso no se les prepara desde niños para no llorar, ser “fuertes”, “machos”, no mostrar “debilidad”, en ninguna circunstancia?). Al respecto un eminente sexólogo escribió:

“Para la mujer con una sensibilidad normal, las atenciones diarias son tan necesarias como la comida y la bebida. Desgraciadamente, muchos hombres no saben ni notan que la mujer necesita caricias. A ella les da vergüenza expresar sus deseos y se desilusionan si él no se da cuenta por sí mismo o no las satisface siguiendo una necesidad propia.

“El cómo, el dónde y el cuándo de las acciones cariñosas desempeñan también un papel para la excitación sexual y, al fin y al cabo, para la capacidad de alcanzar el orgasmo”.

En cuanto a quienes se escudan –ellos y ellas– en la agitada vida de hoy y afirman “no hay tiempo para arrumacos”, han de escuchar que “el encuentro cariñoso no es una cuestión de disponer de tiempo suficiente. No se trata de la cantidad; en el amor hay también ‘poquitos’ que valen mucho”.

No sabes lo que te pierdes, asegura otra frase popular, absolutamente válida para los inexpertos en el arte de las caricias. ¿Y cómo se aprende? Ante todo, perdiendo el miedo a ser rechazados o a caer en el ridículo.

Quien se burla de nuestra ternura, no la merece. Mientras más estable sea la pareja y más compenetrada en otros aspectos, con mayor espontaneidad y placer se realizará este acercamiento, el cual aportará, igualmente, perfección a la intimidad sexual.

/Autora: Tania Chappi/Revista Bohemia/

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