Aunque el ejemplo más difundido de los últimos tiempos es el Parque de la Ciudad, conocido como La Turbina, la experiencia avileña en el fomento y desarrollo de la gastronomía popular y la atención a los vulnerables llega a todos los municipios, comunidades y asentamientos menores.
Ejemplos hay a lo largo y ancho de su geografía: La Atarraya, en Morón; Dos Palmas, en Primero de Enero; El Chachín, en Venezuela; La Playita, en Majagua; y La Confronta, en Ciego de Ávila. «Hasta en las bodegas vendemos alimentos», asegura Fidel Cruz Pérez, director del Grupo empresarial de Comercio de Ciego de Ávila (Gecca).
La acogida de estas ofertas resulta notoria, y las autoridades del sector se preocupan por la cantidad de visitantes de algunos territorios vecinos que los fines de semana o en días laborables visitan algunos de los centros.
Con una tradición gastronómica reconocida en el país, Ciego de Ávila mantiene una red de restaurantes decorosa; no como en los años anteriores, pero sí adaptada a las estrecheces actuales; aunque las circunstancias no permiten, por ejemplo, mantener platos elaborados con carne de conejo como en Los Realejos; ni la comida italiana (lasañas, gripelas, arancini, risoto) en la Romagnola; ni el lacón y la fabada en El Colonial; ni el arroz frito o las maripositas en el Yi Sang, de comida china, algunos de los cuales reciben, por estos días, beneficios constructivos.
Cruz Pérez, director del Gecca, en el cual laboran algo más de 10 000 trabajadores, atribuye la sostenibilidad del territorio en esta rama a la cultura forjada durante décadas, a la estabilidad administrativa, al cumplimiento de los planes que han venido asegurando el desarrollo y el crecimiento; a la escuela formadora del sector y a la exigencia constante.
El directivo, no obstante, reconoce deudas en la calidad de la prestación de muchos servicios, inestabilidad en determinados turnos de trabajo y necesidad de un enfrentamiento más armónico a la actividad delictiva.
LA MISIÓN SOCIAL, ANTE TODO
En todos los municipios se incorporó la atención a las comunidades, consejos populares y barrios, a bordo de los equipos más insospechados: camiones, «riquimbiles», motorinas o algún otro artefacto, como el «macqueen», un triciclo en el que Aníbal, el de La Confronta, «empina la grupa» los domingos para que los alimentos lleguen en tiempo a determinado asentamiento poblacional.
Las comidas varían según las materias primas. Se elaboran caldos tradicionales como ajiacos y caldosas, además de platos con arroz, croquetas, picadillo o medallones y postres.
A la atención de forma diferenciada a los sectores más necesitados, en la provincia se han involucrado 159 unidades, que atienden 156 circunscripciones y elaboran cada día más de 294 000 raciones de alimentos. A ello se agrega la existencia de 58 locales disponibles para los 1 070 comensales acogidos al sistema de Atención a la Familia (SAF).
«La idea es excelente. Quienes nos traen los alimentos son personas con buena ética, se desarrollan muy bien, hablan con nosotros, explican las características de los alimentos», dijo Horacio Castillo Herrera, residente en la circunscripción 71, mientras observaba el trabajo del personal del Centro Politécnico Armando Mestre.
La entrega de las raciones a personas en situación de vulnerabilidad no es solo un acto asistencial, sino un gesto de humanidad que fortalece el tejido social. Cada plato servido y cada sonrisa recibida son recordatorios de que, en la solidaridad, encontramos la verdadera esencia del sistema que construimos.
/Autor: Ortelio González Martínez/