Esa huella dejada por el hombre a su paso por el tiempo representa parte inseparable de la cultura, la que, ligada íntimamente al arte y la literatura, sobrepasa fronteras e incluye la identidad y las costumbres de la nación.
Nada como la cultura imprime más dinamismo a la vida misma, porque precisamente de ella se nutren las formas más elocuentes del ciudadano en sus relaciones interpersonales, lo que muestra el fragor indeleble en la impronta cotidiana.
Y la cultura como sector dentro de la sociedad conlleva a personas y colectivos que dan fe de su entrega por difundir la obra bella, cargada de matices que resultan parte de la iniciativa creadora en función de los públicos que se sienten atraídos por una manifestación determinada.
Entonces, ¿Qué decir de quienes desde una institución dan fe de su talento artístico para mostrar ritmos, melodías, atractivos teatrales o diseños gráficos determinados o de una obra literaria que traspasa fronteras y es capaz de llevar al lector al más allá tras sentirse atraído por el texto?
Son, sin duda, los trabajadores del sector cultural quienes enfrentan retos, despliegan iniciativas, apelan al ingenio y la voluntad para mostrar su talento, recrear, instruir, ser verdaderamente útiles en ese empeño por colorear la vida y hacerla cada vez más placentera.
Por eso y mucho más la cultura es escudo y espada de la nación toda, parte inseparable de la obra que con todos y para el bien de todos, se construye a base de esfuerzo y consagración aún en medio de serias dificultades económicas.
La cultura es de todos, es patrimonio de un pueblo que como parte de ella la hace suya, convencido que sus raíces motivan a conservar ese tesoro divino que enaltece la voluntad por hacerla cada vez más útil e imprescindible.
(Autor: Carlos G. González Ruiz)