Por Arquímedes E. Romo Pérez

En los más de 60 años de vida del estadio de Morón,-actual “Paquito Espinosa”- resultan incontables los hechos que se inscriben entre las curiosidades deportivas que conforman la historia de la instalación, considerada como la más importante en la infraestructura del sector en el acontecer de la ciudad.

En el discurso mediático de seis décadas se incluyen grandes cuadrangulares, sin embargo nunca se comenta sobre el batazo que pudo haber sido el número uno en la instalación, el cual se conecta tan temprano como en 1958 cuando se constituyen los Gallos de Morón, equipo escuela que, dirigido por el doctor José Zamora González, incluye atletas de diversos lugares de la Isla, talentos seguidos por la organización de los Cubans Sugar Kings.

Entre los jóvenes jugadores residentes en el territorio de la actual provincia de Ciego de Ávila, está Mariano Dajud, un espigado receptor residente en Velasco, quien brilla por su poder descomunal mostrado en partidos amistosos locales y especialmente en el torneo de la Liga Campesina de la Trocha. En un encuentro que se efectúa entre las novenas “Pasta Gravi” de Matanzas y Gallos de Morón, ambas integradas por talentos jóvenes, Dajud dispara un batazo que choca y rompe una de las luminarias colocadas en la parte más alta de la torre de iluminación del jardín central, situada a una distancia de 430 pies del plato. De no haber sido por la lámpara ¿Dónde hubiese caído esa pelota?

Y en el apartado de los cuadrangulares, también hay curiosidades. Por ejemplo, el primer hombre que puso a viajar la pelota por encima de la primera pizarra eléctrica de Cuba en el estadio de Morón, es el estadounidense Lucke Easter, inicialista del equipo Búfalo, de la Liga Internacional Triple A. Por otra parte, el camagüeyano Leonel Moas, según los datos del Equipo de Historia del Deporte en Morón, se adjudica el cuadrangular más largo. Medido por el organismo deportivo alcanza una dimensión de 470 pies.

También entre las curiosidades vinculadas con los jonrrones está la inscripta por el villaclareño devenido avileño Alejo O´Reilly. Este tremendo bateador que conecta 240 bambinazos e impulsa 910 carreras en series nacionales, tiene la poco agradable historia de haber roto con un batazo la inscripción lumínica del estadio “José Ramón Cepero” y, no conforme con lo hecho, viene al estadio de la ciudad del gallo y con una línea terrífica hace trizas el nombre lumínico de Paquito Espinosa que identifica la instalación.

En el ámbito de los batazos, también se incluyen los logrados por los Gallos Rojos cuando enfrentan en el estadio de la ciudad al equipo del municipio Santa Clara, en el segundo partido de la serie de ascenso del Torneo de Clubes Campeones. Exactamente el 25 de julio de 1997, con el partido igualado a dos carreras, los Gallos, en la cuarta entrada y después de dos outs en la pizarra, logran un rally definitivo de catorce carreras en línea recta que, más tarde, decreta la victoria de los locales .

Dos años antes se produce otra curiosidad histórica cuando se miden las escuadras de Chambas y Morón en un doble partido del campeonato Provincial. En el primer desafío “los parranderos” ponen en el box a una carta de triunfo, el lanzador Julio Noda, uno de los mejores zurdos de la provincia. Pero ese no es del día del popular “Guaca”. En el mismo inicio del juego tiene que soportar la feroz ofensiva de los gallos: enfrenta a los nueve bateadores de la alineación, los nueve se embasan y los nueve anotan. Y más curioso: en el segundo juego Noda es utilizado como relevo corto, enfrenta a cinco hombres y los cinco entran en circulación. En el doble juego no puede dominar a ninguno de los catorce bateadores enfrentados.

Otro hecho muy curioso ocurre en el departamento de pitcheo. Se celebra un partido de la serie provincial en el “Paquito” donde, por lógica, los gallos son recibidores. Se juega la primera parte del noveno capítulo y el encuentro está empatado a una carrera. Los visitantes abren la entrada con un indiscutible, seguidamente el hombre en turno es retirado en elevado a los jardines y el siguiente se poncha, pero con dos outs y uno en circulación, el lanzador local concede dos transferencias de manera consecutiva y se llenan las almohadillas.

El alto mando no espera más, las bases están llenas y el lanzador totalmente desconcentrado, por lo que lo sustituye y trae al jovencito Maydey Echemendía, quien en la ocasión le hace honor a su nombre: “mi día”; con toda calma va a la lomita, observa detenidamente que hay un corredor en cada esquina, se coloca de lado, busca el contacto complementario con el receptor, éste se lo indica, se vira rápido y sorprende al hombre de segunda para conseguir el tercer out y cerrar la entrada, colgar el cero y prolongar el empate.

Vienen los Gallos a consumir la mitad final del noveno y sin muchas dificultades logran una anotación que define el partido, el cual, en lo personal, representa una victoria para el récord del relevista quien curiosamente alcanza un triunfo sin hacer un solo lanzamiento para la goma, gracias a las reglas de anotación de este hermoso deporte que es el béisbol.

En un encuentro correspondiente al Campeonato provincial de 1995 se produce un desenlace muy original. Se miden los equipos de Baraguá y Morón, los visitantes están ganando en la novena entrada dos carreras por una. Es la última oportunidad de los Gallos y Fermín Rodríguez, recibe la base; Julio Castillo es golpeado por un lanzamiento; empuñando el cuarto bate Ernesto Baró se escapa un lanzamiento al receptor y adelantan los dos corredores a tercera y segunda respectivamente antes que el bateador conecte un largo elevado al jardín derecho, que se convierte en sacrificio de flay, que impulsa la anotación del hombre de tercera que representa el empate y lleva a la antesala la victoria, la cual se produce enseguida con otro batazo de sacrificio a los jardines conectado por Fernando Ibáñez. Lo curioso de este capítulo decisivo es que Morón logra las dos carreras y la victoria sin conectar de hit, sin que se cometa un error de la defensa, ni se consume una sola vez al bate; todos los hombres concurren al plato pero no acumulan veces oficiales.